Se dice que quienes ven un festejo taurino pueden sentir tres tipos de emociones: sentimental, cuando el peligro es patente; intelectual, cuando la sabiduría del torero todo lo impregna; y estética, la que se desprende de la belleza, de esa danza que es el toreo y que escenifica el triunfo de la vida.

Ayer en Cáceres, Cayetano dejó su impronta, la de su toreo cadencioso que provoca una intensa emoción estética, porque se asienta en un concepto muy puro de él, que consiste en dar el pecho al novillo, citar con la muleta adelantada, correr la mano con limpieza y acompañar con la cintura, quebrándola, a la vez que se carga la suerte, a la vez que el torero se mece con su enemigo, cuando se va con él para acompañarle y sentirse.

Así toreó Cayetano ayer al sexto novillo de la tarde, un manso de Sorando que tuvo buen son en el capote, en el que se desplazó con franqueza, y en la muleta, a pesar de tener una acusada querencia a tablas. El diestro le toreó con empaque a la verónica, la suerte fundamental, y abrochó el recibo capotero con una bellísima media verónica.

Después, con la franela, casi toda la faena discurrió por el pitón derecho. Las series en redondo tuvieron intensidad, tuvieron regusto. El trasteo, largo, caló en los tendidos, en un público que asistió en buena medida al bello coso cacereño, deseoso de disfrutar. Su primero fue deslucido. No transmitía y, manso integral, se defendía y seguía el engaño con dificultad.

DE JUSTO, A HOMBROS El diestro cacereño acompañó a Cayetano en una merecida salida a hombros. El suyo fue el triunfo de la firmeza, de querer y poder estar por encima de dos enemigos sin entrega, a los que toreó muy bien con el capote, flexionando las rodillas. Muy a la defensiva el que abrió plaza, reservón, todo lo tuvo que hacer el diestro, valiente y decidido, para lograr alguna buena tanda en redondo con la diestra y matar de una buena estocada.

Noble, pero sin repetir las embestidas el cuarto, le costó al torero el acople en el inicio del trasteo. Alegrándole con la voz y muy firme en los toques, pudo encelar al desrazado novillo y así llegar al público. Dio cuenta de su madurez y dejó patente sus ganas de ser torero.

DANI, MUY ENTONADO El joven torero tuvo un primer novillo muy soso y, aunque la faena fue animosa y con pasajes de lucimiento, la malogró con la espada. El trasteo al quinto, muy largo, fue a más y las tandas en redondo tuvieron ligazón y estética. Muy bien colocado, le fue sacando muletazos en redondo por ambos pitones siempre jaleados. Dani Morales pinchó en dos ocasiones y el premio se redujo a una oreja, insuficiente para acompañar a hombros a sus compañeros de terna.

Tarde entretenida la vivida en Cáceres, con un pero; lo chico de los novillos de Sorando.