El callejón sin salida «es una calle que ha sido amputada con una pared como muñón que no te permite llegar a ninguna parte. Desandar lo andado y buscar una ruta alternativa». Es también, según Fermín Solis, ideólogo de esta singular ruta, «una metáfora de esas situaciones cotidianas difíciles que a veces nos ponen entre la espada y la pared».

Su recorrido incluye un callejón con una gran cochera que hace las veces de imprenta de serigrafía junto a la calle Tenerías, un enclave próximo a la Ribera del Marco y a sus huertas cultivadas de membrilleros y granados. También figura la calle Diana, de las pocas vías ciegas que tienen nombre. Se localiza cerca de la plaza de Antonio Canales y termina en una triste pared sin puertas ni ventanas. A la altura del número 46 de Hernán Cortés también encontramos uno de los callejones «más lúgubres y parecidos a los que existen en las películas del género negro», afirma Fermín Solís. Por único mobiliario tiene una farola que no alumbra, y destaca el rótulo de la CNT en rojo y negro.

Existe otra calle sin salida que no tiene nombre en la zona del Rincón de la Monja, pero en este caso supone «la antítesis del callejón oscuro y sucio», ya que está embellecida por su hiedra, sus maceteros floridos y su ubicación en plena zona monumental. No podía faltar el callejón que da acceso a las oficinas del Gran Teatro, con entrada por la calle Casas de Cotallo, donde también se encuentra la zona de carga y descarga para los espectáculos.

A la altura del número 13 de la calle Trajano hay otro callejón anodino que sirve de aparcamiento, frustrados algunos intentos de abrir tiendas. Asimismo, la calle Postigo termina en un «pintoresco callejón» donde se encuentra la Torre del Aver (siglo XII). No podía faltar el callejón situado al lado de la calle de la Cruz, ni el callejón de Aperadores, en pleno centro, ni la propia calle San Vicente, cercana a la plaza Marrón.