Esa es su auténtica denominación, inspectores de columpios, y en Cáceres no hay solo uno, sino nueve especialistas en estas tareas, que por cierto necesitan conocimientos exhaustivos y una amplia experiencia. Pertenecen a la empresa Canal de Isabel II y se dedican a revisar minuciosamente todos los juegos infantiles de la ciudad, donde existen 35 espacios de este tipo ----el conjunto más barato cuesta 24.000 euros--, para que la seguridad sea máxima, las roturas mínimas y el plazo de reparación breve. Pero además vigilan continuamente contra el vandalismo, su enemigo público número 1 , al que la empresa ya ha ganado algún que otro pulso en los juzgados.

Su nombre es Equipo de Vigilancia y Mantenimiento de los Juegos Infantiles. Además de los nueve inspectores incluye a seis profesionales para las reparaciones, con un taller y diversa maquinaria específica. Los operarios deben acreditar un mínimo de tres años de experiencia en el arreglo de columpios, ya que en este campo todas las precauciones son pocas, y las exigencias muchas.

El trabajo diario puede resumirse en una máxima: todos los juegos deben ajustarse a las normas Aenor. Los inspectores se dividen en tres turnos, mañana, tarde y noche, con un calendario establecido de modo que cada juego se revisa como mínimo una vez cada quince días. "Los más frecuentados por los niños tienen visitas semanales, caso de Cánovas, el parque del Rodeo o Nuevo Cáceres", explica José Manuel Azpeitia, técnico responsable de esta división del Canal.

Los inspectores realizan un trabajo muy preciso: cada uno supervisa cinco zonas de juegos al día y les dedican bastante tiempo: revisan cada elemento, el pavimento, el entorno, incluso retiran botellas, cristales o cualquier objeto que ponga en peligro la seguridad. Además, realizan labores de vigilancia contra el vandalismo y cambian sus horarios de visita para que los gamberros no les controlen. "Ya hemos denunciado algún caso y lo hemos ganado en los tribunales", advierte Azpeitia.

Y es que el vandalismo es el principal causante del deterioro de los juegos, cuya calidad hace casi imposible que se dañen por el clima o el uso. "Sufrimos dos o tres gamberradas importantes al año, como por ejemplo la quema del Castillo del Caballero en el parque del Rodeo, un juego que costó 48.000 euros y su reparación otros 9.000 euros, o el dragón de Castellanos, también quemado, cuya adquisición supuso 30.000 euros y los arreglos 8.000", detalla el técnico.

Tornillos, pintadas...

Pero además de estos ataques más graves, "es frecuente que quiten un tornillo o un panel, y las pintadas se suceden", lamenta José Manuel Azpeitia, que afirma que el vandalismo "se retroalimenta mucho", de modo que una pieza rota invita a destrozar más. "Pero por esta misma razón, cuando llevamos un año vigilando una zona ya no sufre daños, porque presenta un buen estado y se sabe que hay control", explica.

Costes muy elevados

El mundo de los juegos ha cambiado muy deprisa en los últimos años, y son excepcionalmente costosos: un simple columpio homologado se eleva de 1.200 a 1.800 euros, y el conjunto básico, formado por dos muelles, un columpio, un tobogán o combinación de tobogán-torre, entre 24.000 y 30.000 euros. La razón es su seguridad extrema. "De hecho, en los parques municipales ya no existe un elemento de hierro, eliminamos los últimos el año pasado. Todos son homologados", detalla el técnico.