El Tribunal Supremo ha absuelto a un concejal que insultó con variadas palabras a su alcalde razonando que "deben situarse dentro de lo que constituye la lucha partidista". No es nada nuevo pues desde hace tiempo los tribunales vienen sentenciando en el mismo sentido y con las mismas razones. O sea, que en la lucha política los insultos son algo normal y admisible. Menos mal que los jueces aún no los consideran necesarios e imprescindibles. ¿Y por qué en la lucha entre partidos sí y en la vida diaria no?, se preguntarán algunos con razón. Porque en la vida diaria se producen situaciones mucho más virulentas y dramáticas que en política. ¿Es admisible insultar al banquero que te sube la hipoteca? ¿Es conveniente hacerlo con el jefe que te niega unas merecidas vacaciones? ¿Qué se le puede decir a quien te conduce al paro? ¿Serán admisibles los insultos en las broncas matrimoniales? Me parece que aunque solamente fuera por el mal ejemplo que dan insultándose deberían ser castigados. Porque ¿cómo vamos a educar a nuestros hijos en el respeto a la fama de los demás cuando están hartos de escuchar los insultos de sus representantes sin que merezcan un solo reproche? Estas sentencias no le hacen ningún favor a la convivencia.