Estival Producciones actualizó críticamente a la gran novelista barroca y un tanto prerromántica María Zayas y Sotomayor con sus diez novelistas ejemplares muy protofeministas, que el dramaturgo Nando López condensó, trazando libremente un complejo guión sociofilosófico con los siguientes ejes: Una reflexión reivindicativa de la libertad física o de movimientos, afectiva y educativa de la mujer del XVII, en plan de igualdad con el hombre, así como una libertad de amor sexual, lo que no era poco pedir en aquel siglo tan machista; por lo que fue bastante leída la citada autora, pero también cuestionada por los bien pensantes de entonces.

La trama literaria y amorosa de la obra la sostienen dos parejas: la primera y principal formada por la pelirroja Nise o sea Sílvia de Pé, a cuya casa acude su enamorado Octavio, o sea Manuel de Moya, que está a punto de culminar el año de 10 pruebas amorosas. Y después acuden los mejores amigos de la citada pareja anfitriona. Los cuatro mantienen una animada tertulia, intercambiando , en distintas posturas, no solo opiniones y vivencias poético-sociales, sino deseos y pasiones, que se entrecruzan vivamente entre ellos, emparejándose sucesivamente y de forma cambiante.

Hay incluso algo de misterio en torno a un triple crimen juzgado como perfecto por la aparentemente chica mala Beatriz, Lidia Navarro, y que se aclara al final; además de muchas historias y anécdotas que surgen en la conversación, con las que necesitan llenar el tiempo de enclaustramiento, con motivo de una peste acaecida en la ciudad de Sevilla, además de juicios personales y recíprocos sobre el otro sexo, que frecuentemente se siente despreciado o sea, desengañada más la mujer: de ahí sale la cadena de reivindicaciones feministas, antes apuntadas y el título de la obra, Desengaños amorosos. Con todo ello discurrirá una velada catártica, en la que se liberarán literal y metafóricamente de algunos corsés, que se quitan para encontrar cada uno su verdad, invirtiendo a ratos sus relaciones amorosas o amistosas iniciales, selladas con encendidos besos y abrazos, celebrados con sus respectivos brindis.

Algo recurrente en muchos montajes de este festival clásico es la aparición de un músico, que produce su música en vivo, muy bien instrumentada por una viola, enfatizando con sus sones barrocos los momentos afectivos más intensos. También el elemental atrezzo está de moda: dos bancos con media docena de cojines y unos montoncitos de libros antiguos que enmarcan el espacio escénico central.

De un gran alarde interpretativo hizo gala todo el elenco, así como destacamos la efectiva dirección de Ainhoa Amestoy, que supo mantener la atención de los espectadores a lo largo del mucho tiempo que duró la obra, aunando muy bien al equipo técnico y artístico. Por todo ello, el público, en menor número que otras veces, dio por satisfactorio este nuevo estreno de nuestro Clásico, con sonoros aplausos..