Escuchar la frase el tiempo está loco u oír hablar del cambio climático y los problemas que puede estar causando no es nada extraño. Casi a diario, con mayor o menor acierto, puede surgir en cualquier conversación el tema tiempo y las consecuencias derivadas del mismo. Y es precisamente al tiempo a lo que se deberá que en no muchos días, a principios de febrero, los aledaños de Cáceres y de otras localidades de la provincia se vean "invadidos por orugas peludas".

Así lo vaticina el técnico en plagas Antonio Morcuende Bachiller, teniendo en cuenta el elevado número de mudas que pueden verse estos días en los campos, mucho mayor de lo que es habitual, asegura.

Debido a ello, a que "el tiempo ha venido favorable para la oruga peluda de los prados o de las habas", Antonio Morcuende, que durante 35 años ha trabajado en el Servicio de Plagas de la Junta de Extremadura, del que se ha jubilado hace apenas dos meses, no duda en afirmar que "se espera una invasión dentro de pocos días, tanto en los aledaños de la capital como en otras localidades, en particular las situadas al sur del río Tajo". Aunque estas orugas no causan daño a las personas, "no se las debe tocar ni coger con las manos, al ser sus pelos urticantes", advierte Morcuende, quien de cara a la invasión de orugas peludas, que sin duda prevé se producirá en la capital y otras localidades de la provincia, indica a este diario algunos de los métodos para combatirlas.

Señala, al respecto, que el "mejor método para combatirlas, que no contamina, es aplastarlas con un pisón o con el pie cuando están debajo de la tela, y quemarlas con un soplete o echando un poco de pasto seco encima de los plastones y quemarlo si no hay peligro de incendio". Y si no se pueden realizar estas prácticas, añade, "cabe la posibilidad de recurrir a pulverizaciones y espolvoreos con insecticidas para orugas autorizados". Normalmente, concreta el técnico, se usan productos fosforados, advirtiendo de que si en los lugares donde se hacen las aplicaciones se tienen animales hay que guardar rigurosamente el plazo de seguridad recomendado por cada producto usado. Señala también Morcuende que, para que los tratamientos sean más eficaces, éstos se deben realizar antes de que las orugas se dispersen.

Lepidóptero de la familia Arctidae, explica Morcuende, estas orugas comienzan a nacer en noviembre-diciembre. En sus primeros estadios (mudas) permanecen agrupadas y protegidas debajo de la tela que han fabricado, siendo visibles cuando hay rocío, al brillar sus telas protectoras, en cunetas, márgenes, baldíos y campos no labrados. A partir de la tercera muda, sobre febrero, abandonan las telas, dispersándose por todos lados. Miden unos tres centímetros y, en su deambular, pueden introducirse en las casas cercanas a los lugares donde nacieron.