A Fernanda Valdés, directora del Irish Fleadh, se le humedecen los ojos cuando habla de Bernard Molloy, músico irlandés fallecido al que una veintena de colegas rindieron ayer tributo en la plaza de San Jorge como broche final a la sexta edición del festival celta.

"Estoy feliz, muy feliz", acierta a decir Valdés minutos después de bajarse del escenario, al que también ha subido con su inseparable acordeón. La fiesta del Fleadh ha terminado. Tres días de música y un fenomenal ambiente ponen el listón más alto para la próxima edición. "Estamos contentos así. Nuestra intención no es crecer más", asegura la responsable del certamen, organizado por la asociación elgatoalgua y el Gran Teatro, que apuesta por ampliar el número de locales para las sessions y mantener el escenario de San Jorge en su nueva ubicación, con la portada de los Golfines detrás.

Y es que el Fleadh gusta. El sonido ha aprobado con nota, además de una barra con cerveza negra y tostada que ha conseguido atraer al público al casco antiguo durante tres noches de directos. Los más espectaculares, a cargo del violinista irlandés Martin Hayes y el guitarrista americano Denis Cahill y la banda Dervish el sábado. Ni el frío ni el fútbol hicieron sombra al excelente nivel del dúo y a la diversión y hondura de los sonidos de la formación irlandesa.

"Este año han venido más músicos", afirma Valdés, que cree necesario buscar nuevos espacios para las sesiones improvisadas de madrugada porque los locales del casco histórico se han quedado pequeños. Una vez más, un evento con calidad ha vuelto a tener una respuesta masiva de público en el recinto intramuros. Solo hizo falta asistir a los conciertos en San Jorge, que recordaron al Womad.

El Fleadh 2009 dice adiós. En el escenario pocos se han dado cuenta de que ha habido una silla vacía para Bernard Molloy. Desde el cielo seguro que también ha tocado su violín.