Sucedió a principios de los años 50. Se celebraba una boda en la iglesia de San Juan. Una multitud se asomaba a la salida de misa, pero no quería vitorear a los novios ni calibrar la elegancia de la recién casada, sino contemplar a una de las invitadas a la ceremonia, la famosa actriz Ana Mariscal, y, de paso, admirar a su novio, Valentín Javier, convertido en prototipo del cacereño triunfador en Madrid.

En la ciudad feliz , los triunfadores no lo son por pertenecer a lo que Emilio Romero llamaba profesiones de peso (magistrados, ingenieros, cirujanos), ni tampoco por haber hecho acopio de dinero. En Cáceres, los verdaderos campeones sociales son quienes triunfan en Madrid.

Aún hoy, las familias con posibles procuran enviar a sus hijos a estudiar a Madrid, aunque esa misma carrera exista en Cáceres y sus licenciados tengan idénticas salidas y posibilidades. Pero se entiende que en Madrid es distinto: allí están las relaciones, las posibilidades, el rebozado cortesano y un prestigio más misterioso que concreto.

JEFE DE NEGOCIADO Se escucha decir: "Pues fulanito tiene un trabajo estupendo en Madrid". E inmediatamente, fulanito es revestido con la pátina del respeto a lo fabuloso por desconocido. Si fulanito viviera en la ciudad feliz , sería jefe de negociado, profesor de aeróbic o responsable de una tienda de Movistar y claro, perdería el misterio y con él, el caché. Pero lo del trabajo estupendo en Madrid, que nadie sabe qué demonios es, pero se imagina lo mejor, resulta mucho más interesante.

En los años 60, en los 80, en los 90... Cuando aparecía por Cáceres algún personaje desconocido adornado con la gracia de ser de Madrid, al punto caían sobre él diferentes muchachas de las mejores familias atraídas por el dulce ensueño de todo aquello que oliera a varón madrileño.

En las generaciones más jóvenes, este papanatismo ha ido perdiendo fuerza, pero entre la madurez chic de la ciudad feliz el madrileñismo sigue siendo un valor a tener muy en cuenta y lo de enviar la descendencia a la capital para que se relacione es una práctica más habitual de lo que parece.

Incluso se sigue dando aquella sorprendente facilidad cacereña para la inmersión lingüística madrileña. Es decir, nos peleábamos con nuestra fonética imposible para hablar con buen acento el francés o el inglés, pero en cuanto pisábamos la Gran Vía, las eses aspiradas y las jotas disipadas se manifestaban sonoras y completas como si hubiéramos nacido en el mismísimo Lavapiés y regresábamos a la ciudad feliz como volvió Aznar de Texas, con un acento que te cagas .

Esta semana se ha podido asistir en la Filmoteca de Extremadura a una ceremonia evocadora de esa atracción fatal que ejerce Madrid sobre los cacereños ambiciosos. Se proyectó el pasado martes la película Segundo López, aventurero urbano , dirigida por Ana Mariscal y fotografiada por su esposo, el cacereño Valentín Javier. El acto fue un emocionado ejercicio de nostalgia en torno a ese eje Cáceres-Madrid.

En la sala estaban el propio Valentín Javier y Carmen Mejías, sobrina del periodista Leocadio Mejías, otro cacereño triunfador en Madrid y guionista de la película. Habló también uno de los hijos de Severiano Población, maestro de obras de Cáceres sin experiencia cinematográfica que fue fichado por Ana y Valentín para protagonizar la película. Si Valentín y Leocadio fueron triunfadores en Madrid, Severiano y su alter ego , Segundo López, fueron perdedores en Madrid y acabaron regresando a su Cáceres, donde les esperaba la paz feliz de la provincia.

La película se ve con gusto a pesar de haberse filmado hace 52 años con pocos medios. Tiene momentos emocionantes para un cacereño. Por ejemplo, cuando aparece la vieja estación de ferrocarril de Los Fratres, cuando salen la parte antigua, la zona de San Francisco subiendo hacia Santa Clara o un calendario de la joyería Pozas que preside la habitación de Ana Mariscal.

En Segundo López se retrata con maestría la miseria de aquella España de los 50, pero también queda claro que el triunfo no está en Madrid ni en Nueva York, sino en la determinación personal para vivir intensa y plenamente en cualquier parte del mundo. Y qué mejor lugar para ser dichoso que tu ciudad, tu ciudad feliz .