TUtna tarde de tanto compromiso como la que ayer tuvo Jairo Miguel, cuando en solitario se enfrentó a seis toros, la solventó con suficiencia, brillando en diversas fases del festejo. De su parte tuvo un público fiel que le arropó durante toda la tarde.

La corrida tuvo la virtud de lo pareja que fue toda ella. Era una corrida para una plaza de segunda como es Cáceres y pesó unos 440 kilos de media. De reunidas y bonitas hechuras, algunos de los toros fueron merecidamente aplaudidos cuando saltaban al ruedo. Eran ofensivos sin estridencias por delante y su galope cantaba que iban a embestir, lo que varios hicieron y además con clase, aunque desmerecieron un punto por su flojedad. Lo mejor de Jairo Miguel fue su disposición. No se dejó nada y estuvo en torero toda la tarde. Es muy joven y tiene grandes virtudes, y también, porque es lógico, defectos que pulir.

Entre sus atributos positivos hay que hablar en primer lugar de su forma de conectar con los tendidos. No llega en plan fácil por populista, sino que impregna a su toreo de garra. Lo que hace, mejor o peor, tiene vida, interesa. Después, su forma de manejar el capote es la de un torero que siente las suertes, especialmente la verónica, que es la fundamental. También la chicuelita, que brota graciosa.

Pero hay algo muy llamativo en Jairo Miguel, que es el inicio de sus faenas, bien por alto como ayer, u otras veces por abajo, pero siempre andando al toro con cadencia, llevándolo sin violencias hacia los medios, corriendo la mano con suavidad y componiendo muy bien la figura. Después, cuando está confiado el torero, deja la muleta puesta en la cara y así llega la ligazón.

Ese dejar la muleta en la cara es básico, pero para ello se debe correr la mano hasta el final, lo que a veces no hace Jairo Miguel. Debe corregir esto y sobre todo debe de coger el sitio a la espada, pues ayer perdió varios trofeos por el mal uso de la misma.

Los toros le ayudaron en distinta medida. Tuvo un nobilísimo pero blando primero al hizo una faena a más cuando corría con suavidad la mano. Al segundo le costaba romper hacia delante y no estuvo cómodo con él. Con el noble tercero estuvo muy bien ya con el capote, para hacerle una faena en la que hubo series en redondo muy ligadas, de mucha calidad.

El cuarto fue un animal cobardón, que pronto se fue a tablas, donde Jairo se empleó con él para sacarle pases por uno y otro pitón con la premisa del aguante. El quinto tuvo poco empuje pero Jairo le cortó las dos orejas tras un trasteo que encontró eco en los tendidos. También el sexto adoleció de no querer ir hacia delante, siendo esa una faena de altibajos por la condición del astado.

El cacereño Jairo Miguel, el matador más joven de la historia, sigue como un adelantado de la tauromaquia, pues cuando aún no ha cumplido 17 años ya se ha enfrentado a seis toros en solitario, algo que antes nadie había hecho.