Dejó un cómodo puesto de comercial en una empresa cacereña para perseguir su sueño: escribir. Desde su casa de la sierra madrileña ha mirado a través de los ojos de quienes conviven con el drama de Africa para confeccionar un relato, Maleta Vacía, que le ha valido el primer premio del certamen de narrativa de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

--¿Qué cabe en una maleta vacía?

--Todos los contrastes que existen en el mundo. A través de la ficción hacemos un llamamiento en el relato al problema del agua que existe en el mundo.

-- El libro parte de un viaje a Africa en un proyecto de cooperación.

--Sí, pero yo no hice el viaje. Lo hizo mi novia, que estuvo trabajando allí durante un periodo de cinco meses en un proyecto para hacer pozos de agua y de saneamiento. Al regresar me contó su experiencia. Yo cogí su realidad y la adorné construyendo el relato de ficción que parte de las vivencias de una cooperante que acaba de llegar de Africa y charla en la bañera con su pareja comparando las diferencias entre ese agua y la que ha visto allí.

--Parece que entonces además del viaje físico hay uno interior. Hábleme de ese viaje

--Exacto. Lo que más cambió en su caso fue su percepción de las cosas. Aquí, en Occidente, tenemos instrumentos que nos pueden hacer la vida más cómoda, como es un simple grifo. Pero este relato incide en que en Africa el agua supone mucho más de lo que vemos aquí: para beber y para la higiene. Allí las mujeres tienen que caminar todos los días cuatro horas para coger agua. Eso supone que si hacen eso no pueden hacer otras cosas como ir a la escuela. Eso les cierra el futuro.

--¿Todo eso se ve en el libro?

--Sí, a través de una niña, Dalai, que tiene que renunciar al colegio y a un compañero del que se había enamorado porque tiene que ir a coger agua todos los días. Y el agua les condiciona aún más que eso. No olvidemos los problemas del agua infectada...Toda esa cadena hace que las cosas no les sean más fáciles.

--¿Hay algo de lectura en positivo?

--Sí, evidentemente. Hay una importante labor que se desarrolla primero por los habitantes de allí; y después por los que ayudan desde aquí buscando soluciones como hacer pozos de agua para evitar que tengan que ir a recogerla. Todo eso sirve para algo.

--Incluye, junto a esta experiencia, las de otros cooperantes. ¿Es una vivencia tan fuerte que no se puede guardar?

--Yo creo que sí. Y además con muy buena literatura de cooperantes de muchos puntos del mundo. Lo mejor del libro es que es una información de primera mano. Los medios de comunicación se ocupan habitualmente de lo que es noticia en ese momento, pero es algo rápido. Lo que cuentan los cooperantes es la vivencia después de más de medio año conviviendo con quienes viven esos problemas. Es muy real y no está contaminado por lo que es noticia.

--¿Qué es ser cooperante?

--Un trabajo como otro cualquiera en el que tienes que renunciar a cosas y formarte como en cualquier otro trabajo. Como un militar que tiene sus misiones y va donde le manden. Mi chica, por ejemplo, ahora está preparándose para un proyecto en Brasil. La única diferencia es que en este caso tienes que tener una sensibilidad especial.

--¿Con los problemas de otros?

--No solo eso. Nosotros cuando vemos en la tele una imagen que no te apetece apartas la mirada. Ellos, que conviven a diario con el problema, no apartan la mirada. No porque sean insensibles, sino porque buscan afrontarlo.

--¿Y tras este libro no has tenido nunca la tentación de vivir esa experiencia?

--Por supuesto. Para contar en primera persona lo que ahora otros me han estado contado. Pero, por el momento, tendré que esperar.