TCtuando era pequeño me entusiasmaba la Navidad, lo recuerdo con una amplia sonrisa en la cara aunque con cierta nostalgia. Me encantaba pasear junto a mi hermana y mis padres por las calles de esta ciudad, disfrutando de los villancicos y de la iluminación que hacía las delicias de cualquier niño.

Este estado de felicidad se enaltecía con la llegada de la familia que, tras un largo y duro año de trabajo, regresaba a casa para disfrutar junto a los suyos de las fiestas navideñas, hallando en cada beso y abrazo del reencuentro el calor de hogar que dejaron con su marcha.

Tal vez para un niño no existía mayor felicidad que ver a toda su familia junta. Los regalos quedaban relegados a un segundo lugar, el tiempo era un tesoro inestimable. Solo sé que cada día de aquellas Navidades fueron momentos únicos e inolvidables.

Disfrutaba de cada instante, de cada anécdota, cada sonrisa llenaba de felicidad nuestras miradas. Desolado, ya era conocedor de que en cada despedida llegarían las lágrimas y que la rutina volvería a instaurarse en nuestras vidas, emprendiendo la cuenta atrás para las siguientes Navidades.

Fuimos creciendo en la escuela de la vida a base de rutina, reencuentros y Navidades. En el transcurso de ese tiempo se produjeron fatales despedidas, perdiendo mi patrimonio más querido, "mi familia". Sin duda fue esta la raíz que generó mi pérdida de fe y de ilusión por celebrar esta festividad.

Durante muchos años tuve el síndrome de la silla vacía, mi único deseo era que me invadiera un sueño profundo que me llevase al despertar de un nuevo año, dejando atrás en el olvido todas estas fiestas. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que he estado equivocado.

He malgastado demasiado tiempo afligido lamentando no poder tener a todos sentados junto a la mesa. Estas Navidades he trocado mi mueca por una sonrisa. Juntos hemos recordado aquellos días y a los que se fueron, que siguen vivos latiendo en nuestros corazones.

No os dejéis llevar por esta festividad comercial, que el consumismo insostenible no os consuma en estos días. Más allá de todo esto se encuentra el verdadero espíritu de la Navidad. Felices fiestas y mis mejores deseos para el año 2015.