Con cinco años ingresó en la hermandad de Los Ramos por inquietud propia y desde entonces no ha parado de trabajar. Medio siglo después ha sido reconocido con el cargo más entrañable y significativo para cualquier cofrade, pero también de mayor responsabilidad: la presidencia de la Unión de Cofradías (hasta 2015).

--En las urnas obtuvo 11 de los 13 votos, un buen inicio...

--Cuando Juan Narciso comentó que dejaba la presidencia intenté disuadirle por todos los medios, pero no fue posible y comenzaron a barajarse las posibilidades. Me comprometí a dar el paso si no había nadie dispuesto, porque estamos en un momento importante para la Semana Santa. Desde el principio tuve el respaldo de los mayordomos. Con su colaboración haré algo. Sin ellos, nada.

--Catorce cofradías y dos destinos: el Interés Turístico Internacional para la Semana Santa, y Cáceres 2016. Va de retos...

--La consecución del título internacional en realidad no nos afecta a las cofradías, no vamos a llevar un estandarte que proclame: ´Esta Semana Santa es de Interés Internacional´ . Sin embargo, las hermandades están formadas por personas de la ciudad, por sus iglesias e imágenes... ¿Cómo no vamos a contribuir a lograr ese título y la capitalidad, a traer más turismo y más beneficios, y por tanto más empleo? Colaboraremos en todo, incluso nos servirá de estímulo y de orgullo, pero en ningún caso es nuestro principal objetivo. Nosotros nos centramos en consolidar la Semana Santa, cuidar su patrimonio y la relación con los cofrades. De hecho estamos ilusionados con la nueva Escuela de Formación Cofrade, porque hace falta que los hermanos se lo crean un poco más. En Cáceres existe cultura de Semana Santa pero no de cofradías. Hay que estar todo el año, no sólo en las procesiones.

--La unión siempre ha funcionado en armonía, pero la creación de dos hermandades de costaleros ha generado cierta división. ¿Qué hay bajo las andas del movimiento cofrade?

--Lo hemos visto en la última procesión magna. La capacidad de coordinación y respuesta de todas las hermandades ha quedado clara. Además, cuando la unión cofrade vota, toma las decisiones casi por unanimidad. Sin embargo, no puede prohibir los costaleros, no es su función. Cosa distinta es que haya hermanos que consideren que la carga a costal atenta contra la esencia cacereña, y que otros la vean como una bocanada de aire fresco. Es incluso positivo que existan distintas posturas respetuosas.

--¿Qué criterios ha seguido para elegir a su nueva directiva?

--Son personas de confianza, lógicamente, porque trabajaremos codo con codo durante cinco años. Seguiré la línea de Juan Narciso de modo que las tareas no recaerán sólo sobre el equipo de gobierno. Habrá colaboradores en protocolo, formación, imágenes, asesoramiento histórico...

--¿Qué le falta a la Pasión?

--Lo más importante es que está viva pese a que tiene su origen en la Edad Media, con cofradías que ya existían en el siglo XV. Tiene de todo, pero quizás le falta más apoyo institucional. Por un lado se nos exige un esfuerzo grande para salir a la calle, a la altura de la aspiración de esta ciudad al Interés Internacional y al reto 2016. A cambio también necesitamos respaldo. El ayuntamiento y la diputación nos apoyan un poco, pero hay entidades que no colaboran y son beneficiarias. Por ejemplo, la Consejería de Cultura debería implicarse. Realizamos grandes esfuerzos para restaurar imágenes y templos, y no percibimos nada.

--¿Y qué le sobra?

--Bueno, quizás tantos chicles y pipas (risas), pero son anécdotas, cosas menores. Estamos hartos de decirlo y no hay modo.

--A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César... Aunque el César parece que sigue recortando. El ayuntamiento cacereño les ha bajado de nuevo la subvención a 21.000 euros, que deben repartir entre catorce cofradías.

--Si hay que apretarse el cinturón, de acuerdo, pero tenemos la percepción de que a las cofradías se nos pide un esfuerzo económico que no se exige a otros colectivos. Somos agradecidos cuando hay que serlo, pero ahora debemos decir que el ayuntamiento no está a la altura de las circunstancias.