NACE EN CASTUERA. 48 AÑOS.

FORMACION LICENCIADO EN DERECHO Y ESTUDIOS ECLESIASTICOS.

TRAYECTORIA FUE ORDENADO SACERDOTE DE MISIONEROS JAVERIANOS EN 1995. VIVE EN SIERRA LEONA, DONDE TRABAJA EN PROYECTOS DE AYUDA A NIÑOS SOLDADOS, CONSTRUCCION DE ESCUELAS Y FORMACION DE PROFESORES.

Ha cumplido ya 11 años en Sierra Leona ayudando a salvar a los niños de la guerra. El misionero extremeño José María Caballero ofrecerá esta tarde a las 19.30 horas una conferencia en el colegio de Aparejadores (calle San Antón, 6) sobre la situación de la mujer en Africa, invitado por la oenegé Soguiba.

--¿Qué ha aprendido de la mujer africana en estos años?

--Son las principales víctimas de la pobreza, la violencia y la guerra. Son las que más sufren y, al mismo tiempo, las que tienen más fuerza para regenerarse y sacar adelante a la familia.

--¿Existe futuro para ellas en Sierra Leona?

--Es difícil, pero creo que sí. Estamos trabajando en formación profesional con grupos. El futuro de Africa pasa por las mujeres. Son la espina dorsal de la economía africana y hay que apostar por ellas.

--Trabaja en proyectos educativos y para la rehabilitación de niños y niñas soldados en Sierra Leona. ¿Cómo valora la ayuda que llega de Occidente?

--Las que van de gobierno a gobierno son muy interesadas para que los países no se desarrollen y saquen beneficios de la situación de Africa. Eso significa materias primas al precio más económico. Luego están las más pequeñas para proyectos de desarrollo que invertimos en el ser humano. Eso es lo que puede traer futuro, que se formen líderes que tomen sus iniciativas.

--¿Cómo se siente en Europa?

--Me encuentro muy perdido por el ritmo de vida. Me choca la inmediatez de las cosas y que todo tenga que ser tan rápido.

--¿Ser sacerdote alivia tanto sufrimiento alrededor?

--La experiencia vivida en Sierra Leona me hace preguntarme muchas cosas y pedirle cuentas a Dios. La fe cristiana me ayuda a entender, sacar fuerzas en momentos difíciles, saber que vale la pena seguir luchando por el ser humano y no tirar la toalla.

--Resulta escalofriante oírle hablar de la experiencia con los niños y niñas soldados. ¿Cuándo están salvados?

--Cuando ves que un chico o una chica se normaliza, va al colegio o ha aprendido un oficio y saca adelante a su familia. Es cuando puedes decir que está salvado de lo que ha significado la guerra en Sierra Leona y de lo que ha supuesto después por la falta de oportunidades para los jóvenes y la frustración que acumulan.

--¿En qué situación dejó el país?

--Llevamos siete años de paz, pero con alfileres porque las causas que motivaron la guerra siguen presentes. La educación es un privilegio, la sanidad es inexistente y los servicios básicos no existen. Que haya paz nos permite trabajar a largo plazo e invertir más en el ser humano y en la formación de líderes.

--¿Cree que la educación salva de la pobreza?

--Es el motor de desarrollo. Un país no se puede desarrollar si no se educa a su población. Por eso, hay que invertir en educación, para que salgan líderes y que sean ellos los que decidan lo que quieren hacer con su gente. Que no vengamos de fuera a decirles lo que tienen que hacer.

--¿Qué le mantiene cada día?

--Aunque solo saliese un chaval adelante, vale la pena hacer lo que estás haciendo. Estar en Sierra Leona no es una decisión personal. Me siento enviado por Jesús a hacer presente su reino entre los que más lo necesitan y eso me da fuerzas para seguir.

--¿Se quedará para siempre?

--Ojalá. No soy dueño de mi destino, está en manos de Dios y mis superiores pero, si es posible, seguro que sí.

--¿Qué le haría regresar?

--No lo sé. En principio, nada.

--Fue Medalla de Extremadura en el 2005. ¿Qué recuerda?

--Que te reconozcan en tu tierra es bonito. La Junta de Extremadura y mi pueblo, Castuera, se han volcado con el proyecto para que salga adelante.