Juan Bazaga (Cáceres, 1974) conocedor y apasionado del mundo del flamenco y de la tauromaquia, actualmente presenta y dirige ‘Tierra de toros’ y es comentarista de las retransmisiones taurinas en Canal Extremadura.

-¿La fiesta de los toros tiene ideología política?

-Para nada, la fiesta de los toros siempre ha sido del pueblo, de los aficionados. Y a lo largo de la historia así lo han demostrado seguidores ilustres de diferentes pensamientos e ideologías. Lo malo es que ahora la tauromaquia es utilizada como moneda de cambio, algunos se la quieren apropiar y otros reniegan de ella. Pero el toro, la fiesta, va mucho más allá, es mucho más que todo eso.

-¿El torero al igual que el flamenco o la poesía está lleno de gesta y romanticismo?

-Así debe ser, no conozco ninguna otra concepción artística, donde el artista, el autor, sea capaz de entregar todo por finalizar su obra, lo que lleva dentro. Y cuando digo todo, me refiero hasta su propia vida. Como los románticos del siglo XVIII, los toreros son verdaderos revolucionarios, que dan prioridad ante todo a sus sentimientos, a lo que son capaces de hacer en una plaza, en la soledad del campo, donde sea, delante de un icono mítico, como es el toro.

-¿Qué perdería España sin la tauromaquia?

-Identidad, historia, años de cultura. Reflejada en la literatura, las artes plásticas, la música, el teatro... Y sobre todo hoy en día, perdería una especie, el toro bravo y una muy importante fuente de ingresos para miles de familias.

-¿Cuál o cuáles son los maestros más importantes para Juan Bazaga?

-Hay tantos... Y no siempre los de más relumbrón. Lógicamente, por edad, no conocí la figura de Juan Belmonte, pero me apasiona su filosofía, su mirada hacia la vida y el toro. Es un personaje que me ha marcado siempre bastante. Pero maestros para mí, lo puede ser un buen torero de plata, por supuesto, grandes figuras del toreo que conocemos en la actualidad y que no son siempre los que más torean; es tan grande eso de ‘maestro’...

-¿Qué faena tiene en su retina?

-Pues mire, el año pasado veía a Talavante en Valladolid, además en el tendido, disfrutando como aficionado. Una faena mágica, intensa, cuando me di cuenta estaba llorando, aún recuerdo un natural eterno.