NACIO EN VILLAFRANCA DE LOS BARROS, 1968

ESTUDIOS DERECHO, EN LA UEX

TRAYECTORIA DESDE 1994 HA PASADO POR LAS CARCELES DE CACERES, LANZAROTE, MALLORCA E IBIZA CON PUESTOS EN DIFERENTES DEPARTAMENTOS. HASTA AHORA DIRIGIA LA PRISION DE IBIZA

Juan Carlos Carrillo ha vuelto a sus orígenes, profesionales y personales. Comenzó su carrera como funcionario de prisiones en el centro de Cáceres, entonces en prácticas, y ha vuelto a él 13 años después para dirigirlo. El 31 de mayo tomó el mando.

--Ha cambiado Ibiza por Cáceres. ¿Lo había solicitado?

--Después de tantos años en las islas, era el momento de volver a la península y lo solicité. Volver a Cáceres es mucho mejor porque es una ciudad que me encanta. Viví aquí desde el 86 hasta el 96, aquí hice la mili, estudié Derecho y empecé en prisiones, así es que ha sido una alegría volver a Cáceres y reencontrarme con los compañeros que tuve cuando estaba en prácticas en 1994.

--No llegó a vivir los famosos motines del 91 y 93.

--No, cuando entré estaban algunos de los que los protagonizaron. Fue una buena escuela para nosotros.

--¿Qué se teme más, una fuga o un motín?

--Hoy es más complicado que exista un motín por la estructura y funcionamiento de las cárceles, más abiertas, pero es peor que la fuga porque es una alteración colectiva del orden.

--¿Ha encontrado muy cambiada la prisión?

--Sí, sobre todo porque ya no es un centro solo de jóvenes, lo que la hace menos conflictiva y la población ha variado mucho. Es un centro muy tranquilo con muchísimas actividades y sin hacinamiento. Las instalaciones también han mejorado mucho y funciona bastante bueno.

--¿Muy diferente a la de Ibiza?

--Sí, sobre todo porque el centro de Ibiza es muy pequeño, con una media de 130 presos y aquí tenemos ahora 537. También allí el movimiento de funcionarios es elevado, mientras que aquí la plantilla es muy estable.

--¿Qué ha hecho en estos dos primeros meses?

--Enterarme cómo funciona el centro y tomar contacto con los funcionarios y los presos. Muchos ya me han pedido audiencia y he ido recibiéndoles.

--¿Viene con nuevas ideas?

--Tengo algunos retos por delante, como aumentar el número de presos en tercer grado, ahora solo hay 30, y el de trabajadores, que cobran su nómina. Tenemos 85 trabajadores en los talleres de caucho, para Catelsa, y carpintería, con los que suministramos material a otras prisiones, como ahora bancos para gimnasios y mesas. En septiembre queremos aumentar el de caucho en 12 internos más, ahora tiene 16. Y nuestro objetivo es que el próximo año podamos ampliar las instalaciones de los talleres con un nuevo edificio. Esperamos también que se desbloquee el centro de inserción, que está pendiente del plan de urbanismo, y queremos poner en marcha a finales de año un módulo terapéutico mixto, con la colaboración de Cruz Roja y la Junta de Extremadura.

--¿Cómo funcionan estos módulos y para qué sirven?

--Es un módulo de internos como los otros pero libre de drogas con una intervención terapéutica más intensa. Cruz Roja ya realiza un plan de drogodependencias con 80 presos y queremos dar un paso más. En otras cárceles funcionan los módulos terapéuticos y otros de respeto, estos con unas reglas de convivencia con recompensas y los presos participan en la gestión del módulo. Aquí adaptaremos los dos modelos en uno, ya que el espacio del centro nos limita.

--¿En qué medida contribuye el trabajo a la reinserción?

--Es importante porque forma parte del tratamiento de reeducación y reinserción. Tiene un componente formativo, no solo académico, sino de hábitos y de inculcación de una serie de valores que cuando el recluso sale en libertad les son muy útiles.

--¿Realmente el preso llega a reinsertarse?

--Nosotros lo intentamos, pero un centro penitenciario no puede hacer milagros. Está claro que cuando alguien entra en prisión es porque algo ha fallado y muchos llegan con carencias formativas, desestructuración familiar, adicción a las drogas... La cárcel no hace milagros, pero sí que ayuda a que el índice de reincidencia sea menor que si no hubiera ninguna actuación.

--¿Por qué se hizo funcionario de prisiones?

--Casi por casualidad. Cuando terminé la carrera quería hacer una oposición y todas se congelaron menos las de Instituciones Penitenciarias, así que acabé aquí. Ahora no me veo en otro sitio.

--¿Qué es lo más difícil y lo más satisfactorio de trabajar en una cárcel?

--Lo más difícil es el comienzo. Todos llegamos con un cliché de lo que es una prisión, el miedo, la incertidumbre... Luego ves que es más normal de lo que parece. Lo más satisfactorio es que las cosas funcionen y ver a presos que salen, rehacen su vida y no vuelven.

--¿Cómo se ve a los presos tras años de trabajo con ellos?

--Como a unas personas más con las que se tiene una relación profesional.