El Rey Juan Carlos I visitó ayer Cáceres por sorpresa junto a su hija la infanta Elena. Llegados de Madrid y acompañados de dos amigos más (uno de ellos Miguel Arias, conocido empresario de hostelería) llegaron a media mañana y disfrutaron de un paseo por la ciudad monumental cacereña. Tras ellos, al menos una decena de escoltas.

Después comieron en el restaurante Atrio, para degustar los platos de uno de los mejores restaurantes del mundo, con dos estrellas Michelín, y ubicado en una ciudad que acaba de estrenar el título de Capitalidad Española de la Gastronomía. "Me gusta mucho Cáceres, lo hemos pasado muy bien", dijo en exclusiva para este diario tras salir del restaurante al filo de las 17.30 horas.

Al monarca se le notaba tranquilo. Era la primera vez que visitaba la ciudad tras su abdicación en junio del pasado año, cuando cedió el trono a su hijo, el actual Rey Felipe VI. Juan Carlos no dudó en hablar con este periódico, a quien dedicó un saludo, sonrisas y varias palabras de simpatía. Preguntado sobre el motivo de su visita, el monarca confirmó que se debía al título gastronómico que acaba de recibir, que está orgulloso de difundir y divulgar: "Todo lo que pueda hacer por esta tierra, lo hago", manifestó sonriente.

PRIMERA VISITA EMERITA La suya es la primera visita de la monarquía a la ciudad tras lograr el título gastronómico. Previsiblemente también lo hará el Rey Felipe VI, que fue invitado por la alcaldesa de Cáceres, Elena Nevado, a pasar por Cáceres para disfrutar de su gastronomía durante un encuentro mantenido en la Zarzuela con el grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad. Felipe VI visitó también el estand de la Capitalidad durante la inauguración de Fitur en Madrid, feria en la que la localidad recibió el testigo de Vitoria (capital gastronómica en 2014) y donde la alcaldesa volvió a reencontrarse con el monarca.

Juan Carlos degustó en Atrio un aperitivo elaborado en

exclusiva para la Capitalidad, que gira en torno al cerdo ibérico. En los platos aparece dibujada la silueta de un cochino en color rosa, pintada con una crema agridulce que se podía mojar con unas cortezas de cerdo ibérico colocadas en una rama.

El menú que degustaron el monarca, su hija y sus dos amigos llevaba también un ravioli de zanahoria encurtida con hortiguilla; falsos guisantes con wasabi y cochino frito; bloody mary con tierra de tomate, helado de cebolla y berberechos; gamba marinada con crema agria y ensalada de brotes; huevo frito con caviar (un plato homenaje a Tomás Herranz, que regentó el restaurante El Cenador del Prado en Madrid en los años 80); cigala con pan de algas; lubina con alcachofa y puré de coliflor y almendra; y cabrito asado.

No faltó el producto estrella del chef Toño Pérez, la Torta del Casar, servida a temperatura ambiente y en helado. Para terminar un tocinillo de cielo, helado de yogur, golosinas y buñuelos de crema.

Era la primera vez que el monarca almorzaba en el hotel Relais & Chateaux de Atrio. Ya lo había hecho en el antiguo establecimiento ubicado en la plaza de los Maestros ."Han bromeado mucho con los buñuelos de crema, que le gustan mucho. Se lo han pasado muy bien", dijo José Polo, del restaurante Atrio.

La visita no pasó inadvertida en la ciudad. Llamó primero la atención mientras él y la infanta Elena paseaban por la parte antigua. Luego en Atrio, se sentaron en una mesa del salón del restaurante, ubicada junto al resto de comensales. El restaurante tenía todas las mesas ocupadas. Muchos de los clientes salían sorprendidos. Entre ellos la odontóloga cacereña Teresa González Chamorro, que tuvo la oportunidad de departir con el monarca: "Es majísimo", señaló. No fue la única, otros muchos clientes que comían en el hotel de la plaza de San Mateo se agolparon en la puerta cuando salió el Rey, para inmortalizar el momento y poder así mostrar la fotografía de su gran experiencia a sus familiares y amigos.

Tras hablar con El Periódico Extremadura se marcharon en un coche (un Audi RS6 Quattro color azul) conducido por el amigo del Rey. Juan Carlos iba de copiloto y atrás la infanta Elena. Les seguía un séquito de, al menos, cuatro coches, donde viajaban los escoltas.