Aldea Moret es su barrio. Veintiún años ligan a Juan Jesús Tato con la historia más reciente de este núcleo urbano heterogéneo y controvertido como pocos. Las callejuelas de Santa Lucía han sido testigo de su paso de niño --a los 8 años aterrizó en el barrio con su familia-- a adulto. Ahora tiene 29 años, es educador social en paro, batería del grupo cacereño Bloomington --con dos discos en la calle y uno en cartera-- y, desde hace una semana, la cara más visible de la recién constituida Plataforma de Aldea Moret, una agrupación de ocho colectivos del barrio unidos para hacer más fuerza.

Se considera un recién llegado al movimiento asociativo, "estoy aprendiendo", reconoce. De hecho, al principio expresó cierta reticencia a la entrevista cuando EL PERIODICO le citó por teléfono. El insiste en que "la protagonista de la plataforma es Aldea Moret no sus miembros". En persona adquiere confianza y sus argumentos suenan convincentes entre el bullicio del Mesón La Dehesa, donde tiene lugar la conversación.

--¿Por qué esta plataforma marcará un antes y un después en Aldea Moret como proclaman sus fundadores?

--Porque este proyecto ha sido capaz de poner de acuerdo a asociaciones para trabajar juntas por y para el barrio, respetando Aldea Moret y teniendo claro que el fin es Aldea Moret. No ha sido un proceso fácil.

--¿Qué puede aportar de nuevo este colectivo para solucionar los problemas que en años no han podido resolver otras asociaciones y cómo lo hará?

--Es la vieja idea de que la unión hace la fuerza para cambiar la realidad entera de Aldea Moret. La idea principal que se va a trasladar a los vecinos es que ellos son dueños de su destino. Estamos hablando de un duro trabajo y de que la realidad no va a cambiar de un día para otro. ¿Cómo? Esa respuesta todavía no la tengo, no la tenemos. Ha sido un largo proceso para llegar a una puesta en común, desde noviembre del 2004, y poner en marcha un proyecto de recuperación del barrio.

--¿Y qué hay que recuperar?

--Todo. Lo primero, la dignidad, erradicar todos los males que se han cometido, todos los abandonos, recuperar la historia para saber quiénes somos, qué fuimos y hacia dónde vamos. Aldea Moret es un barrio marginal por imposición y tenemos que trabajar mucho por mejorar su imagen. Debería haber un cambio radical para que la gente pueda vivir con dignidad. Los vecinos tienen ganas de un cambio, de que se les escuche. El principal problema es que Aldea Moret tiene que ser consciente de lo que es, lo que quiere y reivindicarlo.

--¿Lo que es y lo que quiere, en qué sentido?

--Saber que eres un trabajador y vives en este barrio. Llega un momento que tienes que decidir con la realidad que hay en el barrio, implicarte y trabajar por él. Hay que crear una conciencia luchadora, de querer trabajar por el barrio y, una vez que ésta exista, todo lo demás va a venir.

--Pero para solucionar los problemas de droga, convivencia, pisos sociales ocupados ilegalmente que arrastra el barrio se necesitará más que conciencia.

--Esos problemas no los arrastra el barrio, sino la Administración. El problema está en obligar a convivir de la noche a la mañana a gitanos, parados, gente sin recursos. Eso es una bomba de relojería y a raíz de ahí viene el problema de convivencia. Pero eso no convierte Aldea Moret en un barrio perdido, sin rumbo. Trabajaremos por cambiar la realidad no contra los excluidos.

--Actualmente hay proyectos en marcha, El Embarcadero o el Europan 8, que buscan la recuperación del barrio. ¿Cree que contribuirán a ello?

--Generalmente, las actuaciones que se han hecho aquí no han partido de la voz de los vecinos, se ha trabajado sin saber las necesidades reales de la gente del barrio. Aunque esos proyectos sean positivos, sin tener en cuenta la opinión de los vecinos, es lógico que estén abocados al fracaso. El interés institucional y político que hay por el barrio tiene mucho de fachada, de ahí viene el desencantamiento de la gente.

--¿El barrio ha ido mejorando o deteriorándose en los 21 años que usted lleva en él?

--Creo que deteriorando. El mejor ejemplo es el colegio Gabriel y Galán. Yo estudié en este colegio y lo hice con niños gitanos. Entonces sí había integración de verdad. Ahora, muchos niños del barrio estudian fuera. La gente tiende a salir de Aldea Moret como si hubiera una vida mejor fuera y eso también hay que cambiarlo.