Lo dibuja todo. Julia Lama Guerrero (Cáceres, 1991) es la ilustradora de los gestos, de las caras, de los segundos. Siempre acompañada de su mochila -y su libreta- y con una frescura que se contagia, no es de extrañar que la cacereña presente Cáceres Express (Editora regional, 2016), una suerte de diario que guiña a su ciudad natal. Entre trazo y trazo se define en las páginas, deja caer sus gustos sobre el que fue su hogar hasta que marchó a Badajoz a estudiar comunicación audiovisual en la Universidad de Extremadura. En 2014 trasladó las maletas a Madrid para especializarse en ilustración 2D en la Escuela Superior de Dibujo Profesional. En pleno proceso creativo, regresa a Extremadura para embarcarse en nuevos proyectos y para que su libro y Cáceres se den la mano.

-¿Por qué tenemos ese empeño en conservar los recuerdos?

-Lo de los recuerdos me da pánico sobre todo cuando leo algo de alzhéimer o algo que te haga perder la memoria. Perder la memoria es perder tu identidad, si no sabes quién eres tú, no puedes llegar a conocer a la gente que tienes a tu alrededor. Ahora con esto de las redes sociales se vuelve obsesión porque todo pasa rápido. Hay una parte de exhibicionismo en escribir un diario y publicarlo.

-¿Le asusta lo efímero de las redes sociales?

-Es algo más tenebroso, como una versión de Black mirror. No me da miedo mandar un mensaje, pero me aterra que quede ahí para siempre. Que quede constancia. Aunque en ese momento sea una tontería.

-Justo ese debate esta candente, ¿dónde está el límite de lo que compartes?

-Es super complicado. He pensado muchas veces en eso. El límite lo tiene que poner la misma persona. Hay gente que no tiene filtro pero por otra parte es libertad de expresión, eso sí que lo que ha dicho una persona tenga consecuencias legales es desporproporcionado. Una cosa puede ser de mal gusto y no comulgo. Si empiezas a censurar cosas donde paras.

-¿Cuántos vueltas ha dado a Cáceres hasta darle forma al libro?

--En realidad me propuse visitar esto y esto. Hay algunas cosas que se quedaron fuera porque no tenía mucho sentido hablar de locales que ya no están. Me había propuesto un plazo.

-Es un diario de vida, el proceso de elaboración podría haber sido eterno.

--Empezar y terminarlo fue rápido. Como mucho se demoró hasta febrero. Me planteé hacerlo en las navidades de 2014. Lo que más llevó fue la maquetación, estuve un tiempo con ello parado, pensando si iba a hacer lo que hacía siempre que era subirlo al blog. En el Graf de Madrid fui una charla de autoedición y lo envié a editoriales sin respuesta.

-Hasta que llega a Extremadura y le dicen que sí.

--A mí en realidad lo que me hace verdadera ilusión es que se vea aquí, probé con la editora y el mismo día me respondieron. Fue visto y no visto.

-Curiosamente prefería publicarlo a compartir este contenido a un blog a la vista de todos, ¿no es contradictorio?

-Es contradictorio, pero hablas con una persona enamorada de los cómics. Por mucho que avance la tecnología el formato de cómic es para disfrutarlo en papel.

-¿Y quedará como eso? ¿Algo para románticos?

-Se me partiría el corazón si el papel desaparece. Pienso en publicaciones como Jotdown que trabajan mucho para que digas merece la pena tenerla en papel.

-Ha vivido en Cáceres mucho toda su infancia, ¿qué lugar mítico le viene a la cabeza?

--El Berlín. Era el rincón por excelencia. No nos gustaba la Madrila así que siempre acabábamos ahí. Uno de mis espacios es el que sale en portada, la vista de Santa María desde San Jorge.

-Hay monumentos, locales, ¿por qué se empeña en que este libro no es una guía de viaje?

-Me interesa lo emocional, no lo que viene en una guía turística. Hay algo que está pegando mucho en ilustración, se llaman slides of life -anécdotas de vida-. El tipo de humor que te enseñan son trozos reales. Que te cuenten la versión subjetiva me parece super divertido.

-Si vive en Islandia, ¿escribirá otro diario?

-Por supuesto, siempre voy con el cuaderno.