La Audiencia Provincial de Cáceres sentó ayer en el banquillo de los acusados a un vecino de Trujillo, Juan Ignacio B., por apuñalar a un hombre que se interpuso entre él y su exmujer cuando perseguía a ésta con un machete después de amenazarla reiteradamente con matarla, a pesar de que tenía una condena anterior por malos tratos que le prohibía acercarse a ella.

El acusado se enfrenta a 13 años de prisión, según la petición del fiscal y las acusaciones particulares, por varios delitos: homicidio en grado de tentativa, amenazas y quebrantamiento de condena. La defensa pide una pena de dos años y medio, al reconocer sólo un delito de lesiones y quebrantamiento de condena y estima que al acusado se le pueden aplicar las atenuantes de arrebato y arrepentimiento.

INTENCIONALIDAD Juan Ignacio B. testificó que no tuvo intención de "hacer daño o matar a nadie". A pesar de ello, reconoció al final del juicio que el machete --de 19 centímetros de hoja-- con el que acuchilló en el abdomen al compañero de trabajo de su exmujer era de su propiedad, algo que había negado en su primera declaración nada más comenzar la vista oral, argumentando que se lo había encontrado en la basura.

El cambio de declaración se produjo tras un receso en la vista al que invitó la presidenta de la sala, la magistrada María Félix Tena, para que el acusado pudiera hablar con su abogado y solventar la discrepancia surgida entre la declaración del imputado y el reconocimiento de hechos que realizó el letrado en su escrito de defensa.

Los hechos juzgados ayer ocurrieron el 10 de julio del 2005. Juan Ignacio B., en prisión desde esa fecha, había sido condenado un mes antes por violencia habitual contra su mujer, de la que hoy está separado después de unos 15 años de matrimonio y dos hijas. En dicha sentencia se impuso una medida de protección para ella, a la que se le prohibía acercarse en 5 años.

El 10 de julio por la noche incumplió esa medida. Esa noche, su exmujer celebraba una despedida de soltero junto a varios compañeros de trabajo del Parador. El grupo se encontraba en el pub Abadía de Trujillo cuando apareció supuestamente el imputado, insultando y amenazando de muerte a su exmujer e incluso a sus compañeros.

Varios testigos declararon que oyeron cómo el acusado la llamaba "zorra y puta", increpándola por no estar cuidando de sus hijas y amenazándola con matarla --haciéndole gestos de cortarle el cuello-- o con que "todo lo que había construido, él lo iba a destruir", refiriéndose a sus hijas, según la interpretación de los testigos y de la víctima.

EL APUÑALAMIENTO El inculpado, siempre según el relato de los hechos expuesto en la vista, habría esperado fuera del bar --del que fue expulsado-- a que saliera su exmujer y cuando ésta lo hizo, reiteró las amenazas e insultos. Uno de los acompañantes de la mujer le conminó para que se tranquilizara. En un momento dado, el acusado sacó el cuchillo que llevaba oculto en el tobillo, aseguraron varios testigos, la mujer le roció con un spray de defensa personal que portaba en el bolso y salió corriendo. El la persiguió sin conseguir darle alcance, ya que el compañero anterior volvió a ponerse en medio y le apuñaló.

Tras la agresión, el inculpado se dio a la fuga siendo detenido media hora después, aunque él manifestaba que se dirigía a la Guardia Civil para entregarse. Uno de los agentes locales que participó en su detención puso en duda esa versión, ya que había pasado mucho tiempo desde los hechos hasta la detención y, de ser cierta su intención, ya habría llegado al cuartelillo.

Los forenses aseguraron que la puñalada que recibió el compañero de su exmujer hubiera sido mortal de no haberle intervenido de urgencia. Juan Ignacio B. declaró que estaba bebido y "me alboroté". El juicio quedó visto para sentencia.