A Rosemary Nyaguthi, una mujer keniana que reside en Cáceres desde el 2000, les cuesta sonreír. Trae bajo el brazo una carpeta llena de documentos para demostrar que tiene razones para lograr un objetivo: que sus hijos, ahora en Kenia con su abuela, reciban la leche especial que necesitan. Christopher y Washington, mellizos de cinco años, tienen intolerancia a la leche de vaca.

"Estoy enfadada", afirma Rosemary, que lo ha intentado todo para hacerles llegar el preciado alimento que reclaman. Ya lo ha logrado una vez el pasado mes de abril, pero tuvo que hacer frente a un gasto entre transporte y aduana de más de 300 euros para enviar 25 kilos en 40 botes de leche en polvo. Su sueldo mensual como empleada de ayuda a domicilio no alcanza los 600 euros.

En su lucha por conseguir su objetivo llegó a viajar a Kenia donde en la Embajada de España afirma que le dijeron que debía ser el Ministerio de Exteriores el encargado de enviar la leche. Ya en Madrid le respondieron que la vía diplomática sólo se utiliza para urgencias. "Me dijeron que sólo era para casos de vida o muerte", asegura Rosemary, que sostiene que el suyo lo es: "Es su medicamento. A los niños se les acabó la leche en septiembre y ahora tienen que beber Cola-Cao con agua. Ellos pueden seguir así hasta que logre hacerles llegar la leche".

Esta mujer añade que las dificultades para utilizar la vía ordinaria son muchas. En los aeropuertos de Kenia, asegura, los botes de leche en polvo son abiertos para confirmar que no llevan drogas, lo que provoca que el producto se estropee. Ella dice que pagó más de 100 euros para evitar que en la aduana llevaran a cabo esta práctica.

Una familia separada

También su solicitud para poder reagrupar a su familia --tiene dos hijas más de 19 y 16 años en Kenia-- ha resultado inútil, unas veces por la falta de recursos y otras por la burocracia que no le ha permitido hacer realidad su ilusión.

Rosemary recuerda entonces que en el 2003 sí cumplía los requisitos necesarios: "Ganaba el dinero suficiente, aunque la Embajada de España en Kenia no me hizo caso cuando mi madre llevó los papeles". Ahora un cambio en su contrato le impide hacer frente a las exigencias económicas para cumplir con su solicitud de reagrupación, que fue rechazada en octubre. "Cuando empecé los trámites las niñas tenían 17 y 14 años y ahora una ya tiene 19, por lo que no puede volver al ser mayor de edad", dice.