La crisis podría ser la culpable, la falta de inversores de envergadura o un excesivo celo en conservar el patrimonio también, pero la parte antigua no atrae. Un recorrido sobre el terreno en el recinto intramuros y los datos de los expertos que trabajan a diario en la rehabilitación de viviendas evidencian que la ciudad monumental sigue anclada en el pasado o, lo que es lo mismo, en un inmovilismo del que dan fe la falta de actividad comercial y las viviendas deshabitadas.

Las cifras de la oficina del Area de Rehabilitación Integral, dedicada al asesoramiento sobre proyectos en el casco histórico, la búsqueda de subvenciones y la normativa que deben cumplir, son concluyentes: una veintena de locales que podrían servir para abrir un negocio están vacíos y cerca de medio centenar de viviendas siguen sin contar con nuevos inquilinos.

EL COSTE En opinión de Pedro Rosado, secretario de la Federación Empresarial Cacereña, "la parte antigua no atrae porque los edificios son muy grandes y es costoso invertir en ellos y mantenerlos". Rosado considera que la revitalización pasa "por que la gente pueda vivir" en el casco viejo, aunque cree que antes habría que dar solución a la falta de aparcamientos, facilitar los accesos y cumplir las medidas de restricción del tráfico. "Solo encontramos inconvenientes. ¿Para abrir un negocio? Hace falta una inversión muy grande para adecuar un proyecto al volumen de los edificios y no los hay que tengan locales pequeños", asegura el abogado, también vecino de la zona.

Sin embargo, en opinión de Cecilia Calderón, experta inmobiliaria en el casco histórico, la normativa para intervenir en los inmuebles se convierte en el mayor obstáculo para atraer inversores. "No hay dos locales ni dos edificios iguales. Tendrían que tener un trato individualizado y no con una normativa general. Chocamos con el Plan Especial", asegura acerca de la legislación que regula desde los 80 las intervenciones en la parte antigua.

De hecho, Calderón argumenta que falta "una normativa clara de peatonalización" y entiende que la zona no atrae "por las dificultades en los accesos y las restricciones de tráfico".

A esta circunstacia se unen otras que no favorecen la implantación de nuevas empresas y residentes: la construcción de un párking en el entorno intramuros no ha logrado materializarse, un hecho que, según el hostelero José Polo, del hotel Atrio, abierto hace casi año y medio tras una larga polémica sobre la rehabilitación de un inmueble en San Mateo, se convierte en otro inconveniente. "La parte antigua está abandonada, igual que hace 20 años", afirma.

De hecho, y a excepción de este establecimiento de cinco estrellas y la rehabilitación del parador de Turismo, en la ciudad monumental no se han realizado en la última década inversiones de envergadura en el ámbito puramente empresarial.

Un recorrido por el recinto intramuros pone de manifiesto que se han ido cerrando locales --el anticuario de Puerta de Mérida y la tienda de decoración de los Adarves son los dos ejemplos más recientes--, aunque hay otros que se prolongan desde hace años como el restaurante que ocupó la Troya en la calle Amargura o el palacio del Vino, junto al parador, que ya ha cumplido más de una década cerrado.