Gallego de nacimiento y amante de su tierra, Abel Bustillo reconoce que se ha convertido en un extremeño de corazón. Su ascenso a magistrado le trajo a Cáceres en enero de 1990, y aunque en un principio su intención era la de permanecer aquí sólo el tiempo obligado y después volver al norte, donde hasta entonces había desarrollado su vida profesional --en Galicia, Cantabria, Asturias o el País Vasco-- optó por quedarse y hoy, ya jubilado, ha decidido seguir en la ciudad.

¿Con qué edad comenzó su vida profesional?

--Tenía 30 años. Empecé como secretario judicial, unos años después comencé a desarrollar mi labor como juez, y el ascenso a magistrado me trajo a Cáceres en el 90.

De todos sus destinos, ¿cuál le trae peores recuerdos y con cuál se quedaría?

--He desarrollado mi labor en muy diferentes lugares, y aunque de todos tengo muy buenos recuerdos, la verdad es que me quedo con Cáceres, donde he trabajado con funcionarios y profesionales del Derecho fenomenales.

Donde peor lo pasé fue en el País Vasco, pues estuve en Eibar en el año en que murió Franco y la verdad es que todo era entonces muy complicado, pues todos los que no éramos vascos éramos extranjeros y ETA nos presionaba para que nos marcháramos. Cuando me fui, descansé.

Imagino que en casi medio siglo de profesión habrá vivido importantes cambios en el mundo del Derecho.

--He vivido modificaciones de leyes muy importantes, como la Ley de Enjuiciamiento Civil, la Ley de Enjuiciamiento Criminal o el Código Penal.

De la justicia actual, ¿qué mejoras destacaría y qué fallos?

--Mejoras hay muchísimas, como la Ley de Enjuiciamiento Rápido, por citar alguna; y como fallos, sin duda el más importante es que aún hay muchas carencias de medios. Se necesitan más juzgados y más jueces.

En el debate abierto sobre la necesidad de cambiar la Ley del Jurado, ¿cómo se posiciona?

--Yo creo que debería modificarse, pues la verdad es que tiene fallos. Pero la modificación tendría que hacerse en profundidad, sin prisas y de forma muy meditada, para evitar que se tenga que estar constantemente con parches.

De su labor en Cáceres, ¿qué caso recuerda por especialmente satisfactorio y cuál por complicado?

--Es difícil citar algunos en concreto, pues son muchos años. Satisfacciones me han causado todos, y como especialmente complicado recuerdo la querella contra la presidenta de la Diputación de Cáceres, Pilar Merchán, que me dio mucho trabajo.

Después de 42 años en el mundo del Derecho, 13 de ellos como magistrado del Juzgado número 2 de Cáceres, ¿cree que le costará adaptarse a la jubilación?

--La jubilación no me supone ningún trauma. De todas formas, por el momento seguiré en activo, ya que me han nombrado magistrado emérito para actuar en los juzgados de Cáceres, Valencia de Alcántara, Trujillo y Logrosán. Esto significa que hasta diciembre me nombrarán a mí cuando haya una sustitución en estos juzgados, pero después de diciembre no sé qué pasará. Todo dependerá de lo que decida el Consejo del Tribunal Superior de Justicia sobre la propuesta del presidente de nombrarme emérito hasta los 75 años, posibilidad que antes existía, pero que ahora al parecer no.

Me da la impresión de que no le importaría seguir.

--La verdad es que no, pues me encuentro con facultades, físicas y psíquicas, para ello.

Y de tener que dejar la actividad judicial, ¿se plantea otras opciones?

--Quizás dar clases para opositores, escribir artículos sobre temas judiciales..., pero aún no tengo nada decidido.