La ciudad feliz cree en los Reyes Magos y en Gorgorito, en la Cruz de los Caídos y en el martirio de los Fratres, en el Nano y en los callos-callos del bar Mónaco, en Jiri Ockacs y en san Blas, en Atrio y en el Eroski, en los quesos del mercadillo y en los pijamas irrompibles del Requeté... Cáceres cree y por eso es feliz.

No se sabe si la ciudad feliz será o no será Capital Europea de la Cultura en el año 2016, pero sí es seguro que mientras Málaga, Tarragona o Córdoba pueden sumirse en una depresión colectiva si no ganan, Cáceres se recuperará al grito de ellos se lo pierden porque aquí, lo que de verdad importa es la calle, la virgen, la feria, el paseo por Cánovas y las bambas de La Estila.

Bergen, ciudad infeliz

En Europa hay ciudades dichosas como Cáceres y ciudades infelices como Bergen, localidad noruega de 225.000 habitantes. Bergen fue Capital Europea de la Cultura en el año 2000 y sin embargo está triste. El antropólogo Thomas Hylland Eriksen apunta que los noruegos de Bergen han perdido la esperanza: "Teniendo demasiada riqueza, pero sin proyecto ni fe, no hay una visión atractiva del futuro y nuestras vidas son monótonas".

Parece mentira que pueda haber en Europa ciudades tan diferentes como Bergen y Cáceres. Allí, las damas limpian sus casas porque está mal visto tener señora de la limpieza. Temen a las apariencias, a ir demasiado bien vestidas, demasiado guapas, a destacar.

También está mal visto fardar de ricos y llevan los coches más viejos del continente, además de vestir muy deportiva e igualitariamente. En Bergen se dice que por la apariencia nunca sabrás si estás hablando con un ministro o con un don nadie.

Qué diferencia con este Cáceres donde la culminación de una vida puede ser perfectamente un 4x4, donde no hizo falta ir a Eurojunior para que triunfara la coplilla antes muerta que en chándal y donde la apariencia lo es casi todo e incluso más que todo.

Comparando los hábitos de Bergen y de Cáceres, descubrimos que los noruegos son muy caseros y muy solitarios. Hay una frase que los define situándolos en las antípodas de Cáceres: "Un noruego es feliz cuando no se encuentra a nadie".

Frente a ese dogma de la individualidad, la cultura de la calle, del pararse y charlar. Cuando Clara Malraux dijo: "La revolución es verse mucho", parecía estar pensando en Cáceres. La primera esposa de André Malraux se refería al París bullicioso de los años 30, pero su ocurrencia le viene como anillo al dedo a la ciudad feliz .

Líderes del mundo

A Bergen le ha servido de poco la capitalidad cultural. Como argumenta Sverre Munck, vicepresidente del mayor grupo de prensa de Noruega: "Entre los indicadores que nos sitúan líderes del mundo (esperanza de vida, educación, renta per cápita), no figura el de la felicidad". En Cáceres sucede todo lo contrario: los indicadores nos sitúan a la cola del mundo occidental, pero en felicidad nos salimos.

Y es que las estadísticas hay que entenderlas. Veamos un ejemplo. Según ellas, en Bergen tienen uno de los niveles más altos de lectura de prensa: 400 diarios por cada mil habitantes (cuatro de cada diez ciudadanos compran el periódico). En la provincia de Cáceres, sin embargo, el índice no llega a 60: ni uno de cada diez compra el periódico.

Pero amigo, nos olvidábamos del bar. El noruego compra el diario porque se mete en casa y en algo tendrá que ocupar la tarde. El cacereño no lo compra, pero baja a tomarse un vino con el pretexto de echarle un vistazo en el bar. Es decir, en Bergen compran muchos periódicos porque no salen de casa y en Cáceres no los compran para así poder salir de casa. Son dos maneras de ver la vida.