Vuelve el curso político y vuelve el ministro Wert a intentar convencernos de lo imposible: que la disminución de las becas mejorará la educación. Pero no solo el ministro, sino que todos los actores involucrados ignoran la raíz del problema: un sistema educativo en el que haya que pagar dinero, siempre producirá discriminaciones. La única forma, por tanto, de garantizar la igualdad de oportunidades es la gratuidad total de la enseñanza universitaria.

Si esperan y continúan leyendo un poco más, les explicaré que lo que expongo no es ninguna locura. Pero primero hay que aclarar un error de concepto: la diferenciación interesada entre alumnos 'normales' y 'becados', exigiendo a estos últimos, que por supuesto son los de las clases económicamente más desfavorecidas, un rendimiento académico superior. El argumento es falso porque en la universidad pública española, el Estado aporta entre el 70% y el 80% del coste de la carrera, dicho de otra forma, todos los alumnos están becados, independientemente de su situación económica.

El problema, es que incluso pagando tan solo el 20% de la matrícula, hay carreras que se disparan hasta los 2.000 euros anuales. Así pues, en nuestra universidad pública, la barrera de acceso no son solo las aptitudes académicas del alumno, sino también su capacidad económica, ¿dónde quedó la tan cacareada igualdad de oportunidades?

Por lo tanto, la única manera de conseguir dicha igualdad es la absoluta gratuidad de la educación universitaria. ¿La financiación para conseguirlo, se preguntarán?, teniendo en cuenta que el Estado ya financia gran parte del coste, no supondría un gran esfuerzo económico el cubrir ese 20% restante, bien mediante una pequeña reducción de las plazas universitarias que actualmente están disponibles o bien mediante un ligero aumento del presupuesto general que se destina a la educación.

Aplicar este sistema, el único que garantizaría la igualdad real, es algo perfectamente viable, se trata solo de una cuestión puramente ideológica el apostar o no por él.