Cáceres se parece a Roma y a Barcelona en que se creó rodeada de siete colinas y ha crecido extendiéndose por esos siete montículos. La ciudad feliz nació hace más de 2.000 años sobre una loma de 11 hectáreas, tenía entonces 3.000 habitantes, se llamaba Norba y, analizado en la distancia, parece como si los romanos se hubieran vuelto locos al instalar una colonia en un paraje tan intrincado y con ciertas necesidades de agua.

Porque lo normal en aquellos tiempos era fundar las ciudades cerca de los grandes ríos (Coria, Mérida, Sevilla, Salamanca, Córdoba, Lisboa), pero no sobre una colina rodeada de seis montes, en un paraje intrincado y dificultoso y con un acuífero inmediato tan poco caudaloso, si lo comparamos con el Tajo o el Guadiana, como la Ribera del Marco.

Vigilar el desfiladero

La explicación de fundar Norba en un lugar tan desacostumbrado no puede ser otra que la necesidad de vigilar el estrecho paso de la Vía de la Plata por el desfiladero ribereño del Marco. Se aprovechaba el antiguo castro y se protegía aquella fundamental vía de comunicación.

Así se instalaba la ciudad feliz en un paraje bello, pero de molestos subes y bajas, de vaguadas y montículos que desde antiguo han contorneado primorosamente los cuerpos de los cacereños. No es de extrañar por ello que los turistas ingleses del siglo XIX, tras pasar por Cáceres, recogieran en sus libros de viajes alabanzas como las que dejó escritas Luffman: "Los campesinos son pequeños de estatura, pero muy bien formados (...) y las mujeres de Cáceres tienen rasgos sorprendentemente regulares y algunas son increíblemente hermosas".

Gracias a tanto ascender y descender por sus siete colinas, la ciudad feliz puede presumir desde hace dos milenios de tener unos vecinos esbeltos y de buen parecer. En Cáceres, mucho antes de que la publicidad pusiera de moda las chicas Danone y los mozos Martini , ya se estilaban los cuerpos desasosegantes y todo gracias a que los romanos se empecinaron en fundar una ciudad sin llanuras fluviales.

Ahora que llega la primavera y la ciudad feliz al completo se echa a las cuestas para procurarse cinturas de avispa y colesteroles bajo cero, la ubicación escarpada de Cáceres se convierte en una ventaja.

Es curioso observar cómo los universitarios extranjeros de los programas Erasmus aprenden enseguida las ventajas de estudiar en una ciudad con siete colinas. Se les ve a eso de las dos de la tarde, en plena digestión centroeuropea, bajando de los 459 metros de la parte antigua, subiendo a Peñarredonda (465 m.), al Paseo Alto (460), a Peña Aguda (472), a la Montaña (644), a la Sierrilla (523), al Cerro de los Romanos (550)... A esas siete colinas que tanto ayudan para que Cáceres sea la ciudad feliz .