En la ciudad antigua de Cáceres hay un uso, sobre todo en el Renacimiento, por el que los miembros de la nobleza, o la iglesia, al construir y reformar sus grandes casas colocan en sus fachadas una impronta que los define, un lema a modo de símbolo, a veces oración. El noble del Renacimiento busca la fama eterna y por ello adorna las fachadas de sus solares familiares, distribuidas como escenas teatrales, de escudos y lemas, y coloca los elementos arquitectónicos de las entradas como si de arcos triunfales se tratase. Hoy, el común de los mortales coloca una placa en el acceso a su casa o en el buzón; ayer los Golfines colocaban un cartel anunciando: Esta es la casa de los Golfines . De esto se ha escrito en varias ocasiones --la última que recuerde Alonso Corrales-- y siempre apasiona el repensar qué buscaban con esa costumbre.

Para comenzar nos situaremos en la plaza de Santa María, donde abundan los lemas. En primer lugar, el Palacio Episcopal, que en su actual fachada principal, en el arquitrabe de la puerta, está escrito: García de Galarza, Obispo de Coria. 1587 . Naturalmente, era deseo del obispo que las generaciones futuras supieran de su interés por el arte y su grandeza. En la trasera (anterior puerta del extinto Seminario Conciliar de San Pedro) figura otra en la que puede leerse, con cierta gracia: García de Calarza, Obispo de Goria . La razón es que se desmontó piedra a piedra, que fueron numeradas y colocadas a modo de rompecabezas en el nuevo sitio y alguien cambió las letras de Galarza y Coria, produciéndose este curioso resultado.

Haciendo chaflán con el Palacio Episcopal se encuentra la Casa de Ovando. La portada, concebida a modo de arco triunfal, contiene en sendos medallones las enjutas figuras de Hernando de Ovando y su esposa, Mecía de Ullosa, y sobre el arquitrabe una dedicatoria en latín: In aeterna memoriam justorum (A la eterna memoria de los justos).

En la misma plaza y frente a este último palacio vemos la Casa de Mayorazgo, que en su portada, bajo un impresionante timbre heráldico, tiene otra leyenda que en este caso es una cita bíblica del Libro de David: Sé señor para nosotros torre de fortaleza para que como el águila se renueve nuestra juventud , haciendo alusión al escudo familiar que ya de por sí constituye una rareza heráldica al ser partido dimiado con torre y águila.

Y en la misma plaza, en el palacio de Golfines de Abajo, encontramos dos leyendas. Una, ya citada en la que aparece: Esta es la Casa de los Golfines ; otra en el patio, de gran calado simbólico: Aquí esperan los Golfines el día del juicio final ; y otra, más críptica, que reza: Fer de Fer y que según algunos autores hace alusión al agradecimiento por haber recibido un Fernando Golfín un privilegio del infante Don Fernando.

Cerca, en la popular Casa del Mono, hoy sede de la Biblioteca Alonso Zamora Vicente, bajo el escudo precisamente sostenido por dos leones rampantes, está grabado un fragmento del Oficio de Difuntos: De ore leonis liberanos domine (De las fauces del león nos libre Dios).

Al entrar en la ciudad por la puerta de Mérida, hallamos en la Casa de los Sánchez-Paredes otra leyenda con ecos de búsqueda de la eternidad bajo su escudo: Non habemus huc civitatem manentem sede futuram inquirimus (No encontramos aquí una ciudad permanente si no que buscamos la eterna).

Hemos de salir del recinto amurallado para encontrarnos en la Casa Palacio de los Marqueses de la Isla, en la Concepción, con otra en la que la nobleza de esta casa se resiente de la rancia nobleza cacereña con esta frase: Moderata: durant nobilitat animus non acta parentum , que viene a significar que la nobleza no se hereda sino que se consigue con actos y que se corrobora dentro, en el patio, con otra: Vanitas vanitatum et omnia vanitas (Vanidad de vanidades y todo vanidad.

Habrá más pero las anteriores son las más conocidas.