Abandonamos la Plaza de San Jorge, que en su día se llamó del Marqués de Santa Marta, y nos adentramos por la Calleja del Mono, entre la Casa de los Becerra y el Solar de los Figueroa, del que hablaremos en otro paseo. Al llegar a la Cuesta de Aldana llama la atención una palomilla de la que cuelga un mono recientemente colocado por la Universidad Popular y que sustituye a otro que desapareció hace unos años y del que nada --aparentemente-- se sabe. Girada la esquina nos encontramos ante una de las fachadas más deliciosas de la Villa antigua, la de la Casa del Mono.

Antiguo solar de la familia Cáceres de los Nidos, fue levantada a finales del siglo XV por Gonzalo de Cáceres y Marina Alonso de los Nidos, cuyo matrimonio se celebró sobre 1471. Fundaron mayorazgo en el que se incluyó esta casa y construyeron sepulcros en Santa María para enterramiento de ellos y sus descendientes. Al fallecer la última de este linaje Clara de Ribera Cáceres Andrada, sin descendencia, legó la casa junto con otros bienes al Vizconde de Peñaparda de Flores, Pedro José de Ovando y repartió el resto de sus propiedades entre otros Ovandos.

Filigranas góticas

La casa, de no excesivas dimensiones, se encuadra dentro del esquema de las casas fuerte, con dos aguerridas torres, desmochadas, flanqueando la fachada principal, escasos vanos (abiertos en reformas decimonónicas) siendo el más hermoso y antiguo el arco conopial, filigranas góticas y espléndida portada de medio punto. Sobre ella el blasón familiar, ondulado y con dos leones como tenantes, con rabo entre las piernas y aposentados sobre una filacteria en la que fácilmente se lee de ore leonis.

Escuché --hace tiempo-- de un señor bastante entrado en años, la leyenda de que los propietarios de esta casa entraron en pleito con los Durán de la Rocha por alguna propiedad, y que estos Durán consiguieron ganarlo de forma algo ilícita, y por eso, en venganza, colocaron los leones de la otra familia con el rabo entre las piernas y la alusión del oficio de difuntos de ore leonis liberanos, Domine (de las fauces del león, líbranos, Señor) como invocación protectora. No me consta que haya habido pleitos entre los Cáceres Andrada y los Durán de la Rocha en aquella época.

Lo que sí es cierto es que a través de los Nidos ambas familias tenían un parentesco y que uno de los mayorazgos más sustanciosos de los Durán de la Rocha procedía de esta línea. Quizá la leyenda no haga más que recordar alguna desavenencia familiar, porque familia que no se haya peleado nunca, es que nunca tuvo nada que repartir.

Sobre la cornisa tres gárgolas espléndidas, de un realismo inquietante, un hombre con cuernos que llora, una mujer desnuda desesperada, un simio que huye con un niño. Les aconsejo que lo que continúa lo lean fuera del horario infantil, y conste que lo hago porque aún debo de ser políticamente correcto. No digan que no les he advertido. La leyenda (rica casa de leyendas es ésta) hace alusión a la partida del señor de la casa a la guerra, dejando a su mujer en compañía de un mono para aliviar su aburrimiento. Al regresar el caballero a casa, encontró un niño con rasgos simiescos y, montando en cólera, acusó a su mujer de haber sido adúltera con el mono. Al intentar matar el fruto del adulterio zoorasta, el macaco salió corriendo con su hijo ante la desesperación de la madre y los cuernos del marido engañado.

La versión ´hard´

Existe otra versión que es todavía más terrible y otra bastante más descafeinada. He elegido la intermedia. Cuando codifiquen el Periódico les ofreceré la versión hard . Como ven, la leyenda tiene lo suyo, y nuestros antepasados tenían unas mentes que ríanse ustedes de los guiones de Almodóvar. Ni que decir tiene que, en este caso, la leyenda es eso, pura leyenda, porque... ¿quién se atrevería a cincelar en piedra semejante disparate de haber sido cierto, en su propia casa? El significado auténtico de las gárgolas no lo sabremos nunca porque, la lectura de las mismas se nos escapa en estos tiempos audiovisuales.

Pero este mono no es el mono que da nombre a la casa, sino el que está labrado en las magníficas escaleras del patio, pequeño, pero refinado, con otra puerta de arco rebajado y filigrana que merece la pena disfrutar. Propiedad de la Diputación, fue Museo de Bellas Artes hasta el traslado de sus fondos al Museo Provincial y actualmente es sede de la Biblioteca Alonso Zamora Vicente, otro de los múltiples tesoros que nadie conoce. En fin, dejamos los varios simios atrás y, venciendo la tentación de sentarme en mi querido Corral de las Cigüeñas, les muestro el Convento de los Franciscanos de la Cruz Blanca y les invito a pasar a la Plaza de Caldereros, aunque a lo mejor me dejo caer en la tentación y me tomo una cervecita mientras ustedes llegan.