Periodista

Hay episodios en Cáceres que la convierten en una ciudad diferente aunque, en esencia, no lo sea. A quien no conozca de cerca los usos y costumbres de los cacereños les puede sorprender, por ejemplo, qué hace tanta gente paseando por Pintores fuera del horario de comercio, mientras que, cuando están abiertas las tiendas, apenas hay clientela, Esto ha obligado a los empresarios del centro a buscar fórmulas alternativas que capten a los consumidores, al menos durante la campaña de Navidad. Sólo hay que esperar que no sólo se pongan de acuerdo para subir los precios, sino también para bajarlos.

Alguien ajeno a los ambientes cacereños se podría preguntar cómo no hay nadie en los bares de la movida a las 12 de la noche, mientras que en el ferial se reúnen más de 5.000 jóvenes hasta las seis de la mañana; eso sí, todos juntitos en un descampado sin más servicio que el que puede ofrecer un pastizal. Para colmo, ahora le dan a los dueños de pubs por abrir a la misma hora que lo han hecho tradicionalmente las churrerías. ¡Vaya lío!

En medio de esta situación de rizos ya tantas veces rizados se levanta una carpa en el ferial para no ser ocupada mientras que los amigos del botellón siguen a la intemperie. Y todos tan contentos.

Cualquiera que no conozca Cáceres no entendería cómo de las cinco mil almas que acudieron al botellón del ferial el pasado jueves sólo dos personas dieron positivo en los controles de alcoholemia. Todo un ejemplo de responsabilidad de los conductores allí presentes. Ya quisieran tener otras ciudades estas estadísticas (o estos benévolos municipales).