TSti en mi divagar acude el recuerdo de la prosa de Juan Rulfo, inexorablemente evoco aquellos años salmantinos de literatura hispanoamericana. Qué de cosas aprendimos, y vivimos, con nuestros amigos de la indiada : Vicente, Gilberto- No sé por qué, tal vez la prosa de Rulfo, pero os he recordado hoy, cazando en el páramo agostado, que se calcina en las llanuras del norte de Norba.

Batí primero; bueno, en realidad cacé al salto en una mano hacia los puestos, por un laderón extensísimo, adornado de, no más, un par de encinas solitarias, y cubierta la tierra de pequeños rodales de tomillos ennegrecidos. Dos o tres árboles nada más en esta planicie sin fin. Dos o tres supervivientes de aquella degollina arboricida, propia de los años violeta y grana, tan evocados hoy por-

Bueno, a lo lejos, en lontananza, más allá de los alambres, había un perfil de colleras de galgos: esa caza tan bella y épica, y hoy tan denostada. A mi paso, las liebres no se levantan; y haberlas, haylas; además yo no veo una rabona en su yacija ni aunque esté pintada de rojo y gualda. Y eso que venía conmigo la Chispa ; pero a la vieja terrier las tribulaciones de un cazacantano se la traen al pairo.

Las Alcaravaneras crujían. A veces un céfiro burlón levantaba remolinos de polvo y el sol inclemente caía, como un mantazo tórrido, sobre los que frecuentamos esas soledades llanas.

No sé por qué, ya digo, cuando pateo, escopeta en brazos, esas llanuras esteparias, donde antaño se cazaban la avutarda y el sisón, rememoro inexorablemente los relatos del gran Rulfo: Comala, Pedro Páramo, Tenoctitlán, Teotihuacan-

A los muchachitos de hoy, me temo que esos nombres les sonarán a chino. Suelen, algunos, ponerme de chupa de dómine cuando leen estos paseos y divagaciones y, como casi no entienden nada del léxico, los pobres, que no son otra cosa sino víctimas de la logse , pues me llaman pirado, fumeta y otras ocurrentes ocurrencias. Paciencia, Sancho. No se hizo la miel para la boca del asno.

No sé si a los universitarios les serán ya algo más familiares, y si no- mal asunto. En medio de este tremolar de banderas antihispánicas, la gigantesca y monumental literatura hispanoamericana se yergue sobre todas las pendejadas actuales, empeñadas en ofender al idioma de Lezama Lima, Lugones, Arguedas, Palés Matos o Juan Rulfo.

De repente, me sorprende el vuelo de una perdiz que ha esperado mi paso para ganarme la espalda. Aún me da tiempo de encarar la escopeta y disparar-. El tiro rueda por la ladera hasta confundirse con los de los puestos. Cazar y leer.

Mientras cazamos cerca de los pasos de aquellas legiones romanas que atravesaban el páramo, damos un salto en la historia y nos vamos, caza mediante, al México profundo del llano en llamas.