Vivía uno de los peores momentos de su vida. Acababa de fallecer su abuela, su pareja le abandonó y el negocio que había abierto no funcionó. A eso se unió que a Efrain Martín, que entonces tenía 23 años (ahora tiene 26), tuvo un problema de corazón y que todavía persiste. Entró en un estado psicológico crítico y se refugió en el juego.

Todo empezó cuando comenzó a salir con un grupo de amigos, con los que quedaba todas las tardes para tomar café. Trabajaba de camarero los fines de semana, por lo que los días laborales los tenía completamente libres, mataba su tiempo en los bares. "Al principio empecé a echar las vueltas en las tragaperras (1 o 2 euros). Jugábamos todos. Hasta que un día nos tocó el premio gordo (unos 240 euros). Eso es como el cebo. Tuve la mala suerte de que me tocara ese premio", recuerda Efrain. Después se distanció de este grupo de chicos y siguió jugando él solo, pero cada vez invertía cantidades mucho mayores.

"En un día me podía gastar 200 o 300 euros. No sé ni cuánto he podido gastar en los dos años que estuve jugando", agrega. Conseguía el dinero pidiéndoselo a sus amigos y a su familia; hasta que no le quedó otra que robarles. "Les quitaba dinero sin pedírselo. A mi abuelo le cogí casi 5.000 euros, se lo quitaba de la cuenta", señala. Dice que nunca se dio cuenta de lo que hacía: "No eres tú. Llega un momento en que dejas de ser consciente de lo que haces y lo único que consigues es perder, perder y perder", añade. Intentó dejarlo varias veces, pero no fue capaz. "Te autoengañas y dices "ya no vuelvo más" pero, cuando estás metido, solo no puedes".

Su madre comenzó a sospechar de que algo no iba bien. Efrain había cambiado por completo, ya nunca le decía dónde iba ni compartía con ella nada sobre su vida. Sin embargo su familia descubrió lo que estaba ocurriendo cuando se percataron de que de la cuenta de su abuelo faltaban casi 5.000 euros. Entonces Efrain confesó. "Mi madre estaba destrozada y mi tío, que para mí es como mi padre, me dijo que si seguía así no quería que volviera a hablar ni con mis primas ni con mi tía. Eso me dolió. En mi cabeza se hizo un clic y empecé a intentar recuperarme", recuerda.

Entró en Proyecto Hombre, donde hizo terapias colectivas e individuales. Actualmente colabora con ellos como voluntario. También participa con la Asociación de Jugadores en Rehabilitación de Plasencia (Ajer), donde imparte charlas a niños en edad escolar. "Ahora soy feliz. No me siento orgulloso de lo que hice, pero no lo puedo cambiar. A los niños les digo que nunca jamás jueguen, ni a las tragaperras ni a las apuestas, porque corren un riesgo, un riesgo muy grande. Yo aposté y perdí", señala Efrain Martín.