Hace ya 50 años que el por entonces obispo de Coria-Cáceres, el valenciano Manuel Llopis Ivorra, promocionó la construcción de viviendas, a través de la Asociación Benéfico Constructora Virgen de Guadalupe, en el barrio al que da nombre. Aunque, ya había vecinos que residían en casas de adobe en las calles Guatemala, Salvador, Colombia o Cuba, la edificación de estas viviendas sociales marca el nacimiento oficial de esta barriada, la más antigua del sur de la ciudad.

"Vine a vivir al barrio en el año 1951, a unas casas fabricadas en adobe que nos dio don Emeterio, que era cura de San Mateo. Luego surgieron las casas pequeñas de otras calles y el 10 de julio de 1955 se colocó la primera piedra de las casas que promovió el obispo Llopis Ivorra", recuerda Gregorio Talavera, presidente de la asociación vecinal desde hace casi 15 años.

Esos primeros pisos costaban alrededor de 62.500 de las antiguas pesetas (unos 368 euros). "Hoy, los más baratos no bajan de los 72.000 u 84.000 euros", cuenta Talavera.

"Esto es un barrio, barrio", presume el presidente vecinal, mientras pasea por la calle y saluda a todo el que se cruza. "Los vecinos se conocen y todavía, en las calles interiores, salen las noches de verano a tomar el fresco a la calle. Se juntan dos o tres familias. Es un ambiente muy bonito".

Lo único que echa de menos Talavera es la implicación de los vecinos en la asociación. En Llopis Ivorra residen más de 1.600 familias, pero solo algunos residentes están involucrados en el movimiento vecinal. "Eso hace que el barrio pierda", lamenta.

El colectivo tiene previsto organizar actividades culturales e infantiles en septiembre para conmemorar este medio siglo, en el que, según afirma Talavera, la fisonomía de la barriada ha cambiado mucho.

"Las últimas legislaturas de José María Saponi ha mejorado el barrio. Se han hecho bastantes obras, como la remodelación de la plazuela de Colombia, el arreglo de la avenida de la Bondad o la construcción de las pistas deportivas", enumera el presidente, que, no obstante, señala como asignatura pendientes, entre otras, la falta de control en los botellones ilegales que se celebran en el parque Venezuela. "Están ahí hasta las tres o las cuatro de la mañana, con música y haciendo ruido con las motos", comenta una vecina de la calle Paraguay.

Talavera también se queja del sistema establecido por el ayuntamiento cacereño para que las asociaciones vecinales reciban subvenciones. "Para que nos den, primero tienes que presentar la factura, pero si no hay dinero cómo vamos a pagar", se pregunta.

"Fuera del barrio veo las cosas más tristes, a mí me parece que aquí hay más alegría", comenta una vecina para resumir lo que siente siendo de Llopis Ivorra.