Si lleva celebrándose desde 1613, por algo será. Ayer ni si quiera la lluvia deslució la romería de San Blas, que arrancó a mediodía y en un par de horas estaba cerca de agotar las 3.000 roscas que se pusieron a la venta. «Apenas quedan unas 800 --roscas--», comentó el párroco de San Blas, Antonio Pariente, a eso de las 13.30 horas. Al final se acabaron, como no podía ser de otra manera, y los cordones del santo repitieron como el segundo producto estrella del día.

Miles de cacereños y forasteros volvieron a darse cita en torno a la ermita de San Blas, en una jornada que aunó, un año más, gastronomía, música y tradición. Desde las 11.00 horas aproximadamente, algunos socios de la Asociación de Vecinos San Blas, organizadora de la jornada festiva en colaboración con la parroquia, se turnaban ‘al calor’ de la olla en la elaboración de cerca de 200 kilos de prueba de cerdo que se sirvieron, acompañados de su respectivo pan y vaso de ponche. Todo de manera gratuita financiado por la asociación vecinal, que no recibe ninguna subvención --según informaron los propios miembros-- y cuyos socios aportan tan solo siete euros al año.

Aunque la intermitente lluvia no empañó la venta de roscas ni tampoco de cordones, sí que provocó que la estancia de los asistentes en los alrededores de la ermita no se prolongara en demasía. El desfile de refajos --en el que participaron los pequeños que acudieron vestidos con trajes típicos regionales--, el sorteo de regalos y las actuaciones musicales perdieron público a causa de la climatología. «El tiempo ha echado a gente para atrás pero aún así han venido muchas personas aunque solo sea a recoger las clásicas roscas», valoró el presidente vecinal, Juan Antonio Hernández. No obstante, los niños pudieron disfrutar también elaborando diferentes manualidades en talleres de ocio, además de contar con un atractivo más, una experiencia de cine en 6D.

A pesar de la llovizna, que se incrementó a última hora de la tarde, la romería de San Blas sigue traspasando fronteras. Ayer, incluso ciudadanos holandeses degustaron las roscas y compartieron la tradicional jornada festiva con los cacereños. «A lo mejor yo no vuelvo pero voy a decirle a mis amigos lo bonita que es esta ciudad para que se acerquen a verla cuando puedan», comentó Bastian Verhorst, holandés que marchará hoy de vuelta a su país convertido en ‘embajador’ cacereño después de pasar dos días en la ciudad. «La gente es muy amable y son muy cercanos. Me siento como en una comunidad aquí. Es una ciudad fantástica, muy bonita, y hay muchísimo que ver en todas partes», sentenció.

MÁS APOYO / El otro punto de vista fundamental a tener en cuenta es el de Conchi, una cacereña que nunca falta a la cita cada año. Ayer acudió con sus nietas de cinco y dos años, vestidas, como manda la tradición, con refajos. «Este día se debería fomentar muchísimo más. Es una pena que haya tan poca gente, quizá por el tiempo, pero igualmente los colegios y la instituciones deberían apostar más fuerte por esta festividad. Parece que se va perdiendo poco a poco y no lo podemos permitir», remarcó.

El año pasado el sol acompañó; este lo hicieron las nubes y la llovizna. Se dé como se dé, lo que cada año queda más claro es que los cacereños nunca fallan en San Blas. Por lo visto de nuevo ayer, la romería y la devoción al santo siguen gozando de ‘buena salud’ y los cacereños seguirán exportando su tradición. Este año oirán de San Blas hasta en Holanda, al menos los amigos de Bastian Verhorst.