Cáceres no tuvo el año pasado ninguna Letizia, ni con c ni con z . La especulación de que ese nombre arrasaría en los registros civiles de toda España tras el compromiso y posterior boda del Príncipe Felipe con la televisiva Letizia Ortiz, no se ha cumplido en el caso de Cáceres. Eso sí, hubo dos Felipes en el 2004.

A pesar de la ausencia de Letizias , los cacereños siguen la moda en la elección de los nombres para sus hijos. La tendencia actual impone que sean "nombres simples, sonoros, de carácter universal y sin entronque familiar", según detalla Domingo Barbolla, profesor de Antropología Social de la Universidad de Extremadura. Los cacereños son fieles a esa tendencia, según los 1.035 nacimientos inscritos en el 2004 en el Registro Civil de Cáceres.

Lucía, para las niñas, y David, para los niños, son los dos nombres que encabezan el ránking --cuadro superior-- de los que más se pusieron el año pasado. En su conjunto, destaca el progresivo desuso de los nombres de los patrones locales, Jorge y Montaña. Sólo una niña nacida en el 2004 lleva el nombre de la patrona cacereña (seis en 1994). Sin embargo, el del patrón resiste algo más el envite de los nuevos tiempos: nueve niños nacidos en el 2004 perpetúan la tradición de San Jorge (en 1994 fueron 28). El gusto por Guadalupe sufre la misma decadencia. Sólo a dos niñas les impusieron el nombre de la patrona de Extremadura.

También decaen los nombres compuestos. En el listado de niños inscritos en 1994 en el registro civil, el 90% son nombres compuestos. El más frecuente es el formado con José y un segundo nombre (Miguel, Manuel, Luis...) en hombres; y, para las niñas, la composición de María con otros (del Carmen, Jesús, Angeles...). El año pasado, diez años después, esa tendencia ya se había roto y sólo un pequeño porcentaje de inscritos llevan dos nombres de pila.

Adiós a los abuelos

Casos como el de José y Lola, que pondrán a la hija que nacerá en agosto el nombre de María por su abuela materna, son cada vez menos frecuentes. La costumbre de heredar el nombre de un familiar, sobre todo de abuelos, está en desuso, aunque el psicólogo José Fajardo opine que en esa herencia del nombre "se proyectan ciertas características de la persona que lo llevó en el pasado".

El antropólogo Domingo Barbolla explica que el cambio responde a la pérdida del papel central de la familia en la sociedad y el individualismo actual. "Existe una ruptura básica de la unidad familiar, se tiende a individualizar a la persona, separándolo de su entronque familiar. De ahí que se prescinda de esa tradición de traspasar los nombres de los abuelos o los padres --argumenta--. Hoy toca imponer palabras más cortas, condensadas en una sola voz para ahorrar energía y adaptarnos a los tiempos rápidos de los chat o los móviles, a su lenguaje sintético", añade.

En lugar de los nombres compuestos, se han hecho un hueco algunos importados de otras comunidades autónomas como el País Vasco (Aitor, Unai, Josune, Iker, Naiara, Ainara...) e incluso Canarias (Yaiza), o de otros países (el irlandés Sheila o el escocés Jessica, por ejemplo). Casi todos van acompañados de apellidos castellanos.

En el caso de los nombres de origen extranjero, las inscripciones registrales reflejan la presencia cada vez más evidente de población inmigrante. Así, nombres de niña como Mengting, Jael o Hanaa; y de niño, como Lander, Yi o Reda, llevan detrás apellidos ingleses, argelinos, ma-

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