Los emprendedores que abren ahora sus negocios deben saber que los prodigios empresariales existen, aunque tienen mucho de esfuerzo humano. La compañía Industrias Mecánicas de Extremadura (Imedexsa) es un claro ejemplo. Comenzó como un pequeño taller de cerrajería y hoy fabrica estructuras eléctricas para el AVE Medina-La Meca. Ha desarrollado proyectos en treinta países y factura 26 millones de euros, unas ventas que la convierten en la décima empresa con más peso en la provincia cacereña. Entre viaje y viaje, su gerente, Luis Felipe de la Morena, relata la imparable evolución de esta compañía con sede en Casar de Cáceres.

--Y parece ser que todo comenzó como un taller...

--Sí, la empresa nació en 1979 dedicada a la fabricación de piezas para el sector eléctrico. Durante los diez primeros años fuimos especializándonos poco a poco en la construcción de estructuras metálicas para este tipo de usos. Actualmente nos dedicamos a fabricar torres de tendido eléctrico, postes para las catenarias del ferrocarril de alta velocidad, torres de telecomunicaciones y subestaciones.

--Para hacernos una idea de la envergadura de la compañía: ¿En cuántos continentes trabajan o han llegado a trabajar durante los últimos años?

--Realizamos proyectos tanto en Europa como en Latinoamérica, Africa y Asia. Ahora estamos con el AVE Medina-La Meca, en Arabia Saudí, y hemos construido el tranvía de Orán, así como algunas líneas que cruzan Panamá. Dentro de Europa hemos realizado infraestructuras importantes, por ejemplo en Alemania.

--¿También en el AVE español?

--Efectivamente, hemos fabricado buena parte del AVE Madrid-Lleida, del AVE Madrid-Valencia, y de la línea Barcelona-Frontera Francesa. Ahora trabajamos en el AVE de Murcia. En fin, intentamos quedarnos con una parte de casi todas las infraestructuras de la alta velocidad española. La competencia es feroz, tremenda, pero también muy divertida...

--¿No le agobia una competencia tan fuerte cuando además se juegan proyectos millonarios...?

--En mi opinión, hace más interesante el trabajo diario. Hay que ajustar costes continuamente y los 'rivales' son bastante buenos. La competencia está ahí y es una dificultad que nos lleva a ponerle inteligencia a los procesos.

--¿Y esa dimensión internacional cómo se consigue? ¿Cómo empezaron a plantearse desde su sede en Casar de Cáceres que podían optar a proyectos a miles de kilómetros, con otras normativas, otros idiomas...?

--Sin ninguna duda, lo más importante de todo es el equipo. Cuando uno se rodea de las personas adecuadas, lo demás casi carece de importancia. Gracias a ello nos hemos dotado de una Oficina Técnica de Diseño y de Cálculo enormemente importante para Imedexsa, ya que adapta nuestros fabricados a las diferentes normas del mundo. Además, hay que tener clara otra cuestión: lo básico para una empresa es vender, luego vender, más tarde vender y además vender desde el primer minuto de la mañana hasta el último de la noche. Porque cuando los pedidos entran en una fábrica, ya se soluciona lo demás. Todo lo anterior acompañado de un buen equipamiento de fabricación, buenos operarios y un buen control financiero permite ir siempre hacia adelante y, ¿por qué no?, dar el salto al extranjero.

--Precisamente, el parón de la obra pública española, a raíz de la crisis, ha animado a muchas empresas a abrirse más al exterior. ¿También Imedexsa?

--Por supuesto. Actualmente realizamos en torno a un 60%-70% de nuestros trabajos en el extranjero. Es un error pensar que el mercado está en la puerta de casa, porque hay que buscar el pescado más lejos. Cuando uno se da cuenta amplía su círculo a la autonomía, luego al país, luego cruza fronteras. Al final todos los mercados son iguales, solo hace falta mantener la voluntad y la paciencia de los inicios. Si hay que irse a Madrid, Barcelona, Santiago de Chile, Dublín, Berlín o China, habrá que ir, no hay otra vuelta.

--¿ Y cuánto viaja usted?

--Un poquito, la verdad, muchos kilómetros, depende de a dónde me toque en cada momento: Kenia, Chile, Perú, Panamá... Pero reitero: el mercado empieza en el umbral y a partir de ahí tenemos el mundo entero, aunque ojo, que el mundo no se conquista con un solo viaje. Es necesario repetir en cada destino, acudir allí con los distintos responsables de la empresa, insistir siempre ya sea un mercado regional, nacional o extranjero.

--En plena recesión económica ustedes no escondieron la cabeza, más bien inauguraron otra planta de 15.000 metros...

--Al ir creciendo, las instalaciones de Casar, que tienen 12.000 metros cuadrados, se quedaron pequeñas y tuvimos que alquilar unas naves en Las Capellanías hasta que por fin abrimos en 2011 la segunda fábrica. Está en el municipio de Santiago del Campo, dentro de una parcela de 140.000 metros cuadrados, la verdad bastante amplia, por ello en algún momento tenemos previsto ampliar las instalaciones. Hay que seguir en constante evolución.

--Las nuevas tecnologías deben ser claves en una fábrica de estas dimensiones...

--Si estamos donde estamos, es gracias a que hemos implantado un sistema de ayuda a nuestros clientes que les facilita el diseño, el cálculo y el proyecto de las líneas eléctricas. Este programa se ha desarrollado totalmente en nuestra compañía y nos ha permitido estar presentes en muchas partes del mundo. A eso le añadimos una tecnología de cálculo muy puntera y renovada constantemente, año tras año. Tratamos de estar en la cresta de la ola. Yo siempre digo que todas las noches, cuando se cierran las puertas de una fábrica, dejamos atrás un negocio viejo y obsoleto que mañana hay que actualizar. De hecho, ahora estamos adquiriendo nueva maquinaria y modernizando los equipos.

--Usted tiene una industria y eso en esta región es un diamante. ¿Cómo ve el futuro?

--Extremadura tiene muchísimo que ganar, tiene una gente maravillosa, hace falta que nos lo creamos y nos lancemos adelante. Ya existen grandes firmas situadas en altos rangos nacionales. Yo soy optimista, el pasado nunca tiene importancia, el presente casi no la tiene, lo importante es el mañana, el futuro. Vamos a por él.