Maite Pagazaurtundúa tiene los ojos tristes, la mirada serena y, dice, el corazón esperanzado. La tristeza se la impusieron aquellos que un día de febrero del 2003 asesinaron a su hermano. La serenidad se la ha dado el tiempo, que aunque no lo cura todo ofrece la distancia suficiente para poder verlo con perspectiva. La esperanza procede de imaginar un horizonte sin ETA que ahora ve cada vez más próximo.

--El pasado domingo hubo un homenaje institucional. Este es el de una asociación de vecinos.

--Es muy hermoso que en Extremadura instituciones y fuerzas de la ciudadanía tengan esta enorme sensibilidad e interés en la atención a las víctimas del terrorismo. Que hagan suya esta pelea contra los fanatismos y por las libertades es muy bueno, porque nos da a todos un discurso democrático muy fuerte y poderoso.

--Y ha sido usted quien entrega el premio a las víctimas extremeñas.

--Es gente que conozco desde hace tiempo y respeto profundamente. Algunos de ellos nos dan ejemplo todos los días de cómo superar duelos complicados, de cómo encontrar la parte más luminosa de ellos mismos. Y eso muchas veces hace la vida fácil a los demás. Por eso entregarles un premio tiene una connotación de agradecimiento por el trabajo que hacen y que no siempre les agradecemos. Yo quiero darles las gracias.

--¿Se ven reconocidas las víctimas?

--Se están dando pasos históricos. Hubo años, los 70, 80 y parte de los 90, en los que la sociedad española no miró suficientemente qué estaba pasando, qué ataque estaba teniendo nuestro sistema democrático y cómo quedaban las personas que sufrían los atentados. Fue despertando una conciencia ciudadana e institucional, que favoreció que surgiera la ley de solidaridad con las víctimas del terrorismo a finales de los 90.

--¿Y después?

--Después en lugares como el País Vasco había déficit, no se hacía todo lo necesario, teniendo en cuenta que es allí donde hay niños que son alevines de los terroristas.

--¿Cómo ha evolucionado eso?

--Eso ha cambiado y los últimos meses nos están dando motivos para tener esperanza. El discurso del lehendakari del domingo (en el homenaje de las instituciones vascas a las víctimas) fue extraordinario. No se pueden decir las cosas mejor, y es muy importante que los líderes institucionales motiven a la sociedad, que le hace falta mucha, mucha motivación todavía para sacudirse una carga de miedo extraordinaria. Sin ese miedo no se puede entender la historia del País Vasco. Se están dando pasos y eso es motivo para que todos estemos un poco más contentos dentro de la tragedia que es saber que los terroristas intentan matar, y sabiendo que hasta el último día de sus actividades van a intentar provocar daño, porque es la materia con la que ellos intentan conseguir ventaja política.

--¿Y qué ha cambiado?

--Lo que era normal, los carteles y las manifestaciones en favor de los asesinos, ya no lo es para la gran mayoría de la sociedad vasca.

--¿Qué retos tenemos?

--La atención institucional y social a personas con duelos complicados. Eso moraliza a la sociedad frente a los focos de fanatismo y la fortalece desde la ética comunitaria.

--Mucha gente se pregunta por la fórmula mágica para hacer frente al terrorismo.

--Creo que es estar unidos y utilizar la ley y la justicia. Hay gente con la mente envenenada y chavales de 12 o 16 años que admiten el asesinato por motivos políticos. Frente a eso hay mucho que hacer, pero al menos ahora se habla de ello. Y si seguimos haciendo las cosas unidos, el declive de ETA pueda resultar inexorable en tiempo limitado. Pero es importante que no nos entre la codicia de las pequeñas cosas y que mantengamos desde el principio el mismo tipo de presión y de unidad.

--¿Nos enseñó algo el proceso de negociación fallido?

--Hemos aprendido mucho de la naturaleza de los fanáticos de ETA. Que son absolutistas, esencialistas, totalitarios, que entienden las treguas de forma táctica, que siempre intentan engañar, y que cuanto más se aproxima uno a su ámbito semántico más trampas utilizan. Ya sabemos que por esa vía no hay avance. No quieren dialogar, quieren sacar ventaja del potencial de muerte con el que intentan chantajear.

--¿La sociedad no debe olvidar?

--La memoria debe ser colectiva porque el problema lo es. No es el problema de las personas mutiladas o asesinadas, también de las familias que hoy sufren acoso en el País Vasco. Y no lo sufren por una cuestión particular sino porque estos fanáticos quieren imponer sus reglas a las de la democracia.

--¿Fue ese ánimo de no olvidar lo que le llevó a escribir poco después de la muerte de su hermano Los Pagaza , un libro inspirado en la historia de su familia?

--Es una historia pequeña que ayuda a entender el complejísimo mundo del nacionalismo vasco. Intentaba explicarme yo y explicar cómo ese cáncer mental fue avanzando. Lo escribí casi por instinto.

--¿Fue una catarsis?

--Sin duda. De hecho desde que lo escribí no lo he vuelto a leer. Me fui despojando de muchas imágenes recurrentes y elementos dolorosos en la escritura. Enfrentarme a ella me llevó a ver como lector las cosas, a objetivarlas. Me ayudó a poner distancia y a saber que hay muchas situaciones de persecución. Uno se da cuenta de las cosas importantes, de los afectos.

--Da una imagen de mujer valiente. ¿Cómo se ve usted?

--Nunca he sido osada. Pero desde joven me ha tocado ver situaciones que me parecían éticamente inaceptables y no he sido capaz de ponerme una venda en los ojos. No en 2003, mucho antes. ¡Me parecía de un nivel de injusticia tan grande...! Supongo que el hecho de que mi hermano hubiera conocido el entorno de ETA también influyó.

--En la web de la Fundación que representa tiene un artículo que, a modo de declaración de intenciones, titula ´No nos resignamos.

--No nos resignamos a no contar lo que hemos extraído de la experiencia límite que hemos vivido, ni a no dejar las cosas mejor de como las encontramos.

--¿Imagina un futuro sin ETA?

--Sí. Ahora sí empiezo a imaginarlo.