Muchos de nosotros sabemos, por propia experiencia, lo que significa ‘ser viejo’. O mejor - para no ofender a nadie - lo que conlleva ser ‘mayor’ y haber sobrepasado hace tiempo las edades propias de la ilusión juvenil, la de la energía inagotable para la lucha por la vida, el sosiego de la madurez y la sensación de estar llegando a la meta.

Para no ser excesivamente pesado - evitando ‘contar las batallitas del abuelo’- os diré que ser viejo es notar que uno va perdiendo - paulatinamente - facultades, capacidades y momentos de sorpresa. Ya no creemos en ‘Blanca Nieves’ ni en la ‘Cenicienta’, como cuando éramos niños. Ya no temblamos cuando notamos la mirada de alguna ‘chavala’ ni cuando nos dan las notas de ‘tercero’. Ya no sentimos el ansia de ‘conquistar’ ni de ascender por la escala de la riqueza. Ahora, la mayoría de nosotros nos conformamos con ‘sopitas y buen vino’; dejando en el ‘felpudo’ las ilusiones de ser futbolista, artista de cine o que nos toque la ‘quiniela’. ¡La vida sigue! La Tierra es redonda y nuestros sueños ya no consisten en fantasías ni en posibles aventuras personales, sino en las posibilidades que nos ofrezca la sociedad en la que vivimos con nuestra familia. ¡Han terminado nuestra vida política y las inquietudes por el futuro! Ahora, los que tienen que iluminar nuestros sueños son aquellos que sean responsables de ofrecernos tranquilidad y sosiego para sentarnos en los parques, jugar al ‘mus’ con los amigos y tener nuestra casa limpia y caliente, sin agobios para el futuro. Es decir, quienes nos garanticen nuestras ‘pensiones’; el escaso ‘poder adquisitivo’ que ya van teniendo, y la estabilidad de nuestros hijos y nietos, sin tener que ‘huir’ de España.

En nuestra mente de ‘personas mayores’ se entremezclan y confunden las promesas tranquilizadoras e incoloras de los ‘conservadores’: ¡Aquí no pasa nada!, ¡Todo está atado y bien atado!; con los recuerdos de cuando nos estafaron con ‘preferentes’, desahuciaron a nuestros amigos y deudos por no llegar a la ‘cláusula suelo’; nos cobraron impuestos indecentes para compensar a los bancos, o nos escamotearon nuestras pensiones para rescatar autopistas, mal diseñadas, mal construidas y mal gestionadas por las ‘lideresas’ de turno.

La tercera edad, va siendo ya la más numerosa y nutrida del cuerpo electoral. Por eso, cada vez más, las ‘cúpulas’ políticas enfocan hacia ellos el grueso de sus promesas ‘mitineras’. Actualmente, incluso, para ocultar el ‘desfalco’ del llamado Fondo Nacional de Pensiones, los viejos nos hemos convertido en argumento de los discursos y controversias de los estamentos partidistas, de uno y otro signo: Los conservadores invitándonos a crear otros fondos de pensiones privados con los magros ahorros que nos haya permitido nuestro trabajo - de cuando era digno y bien remunerado - para no quedarnos en la indigencia, cuando nos abandonen las fuerzas.

Esta es una nueva forma de que las entidades de ahorro - que, como todos sabemos, son entidades ‘altruistas’, pendientes de auxiliar y ayudar a los que queden empobrecidos - para que redondeen sus beneficios con depósitos a largo plazo que mejoren sus inversiones y equilibren los sueldos y compensaciones de sus directivos. ¡Siempre tan mal pagados!.

Digámoslo claro: ¡No siempre es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer!