Cualquier cosa vale. Sillas, mesas, puertas o viejos armarios se apilan junto al bloque A de la calle Ródano nada más caer el día. Poco después, tal escultural motivo es pasto de las llamas al son de palmas y cantos en un ritual que se repite cada noche, cada madrugada. A escasos metros de allí, una anciana enferma arrebata en cada inspiración el oxígeno que desprende una botella al pie de su cama. Es la cara y cruz de una mal llamada convivencia en una zona de Cáceres castigada por las actitudes intolerantes de unos pocos.

"No todo es igual aquí, pero hay lugares concretos en los que la vida se hace muy dura y los que queremos vivir en paz no encontramos el apoyo de nuestras autoridades", se apresura a decir una vecina de la misma calle, ya cansada, señala, de aguantar el hedor que desprenden los garajes comunitarios.

El paisaje de la desidia

Maceteros sin maceta, casquillos sin bombillas, lámparas sin casquillos, jaulas sin pájaros, entradas sin felpudo, ascensores inmovilizados, buzones sin cerradura, basura arrinconada o coches abandonados. Es la eterna retahíla, la sucesiva queja de los vecinos a los que no le llega la correspondencia y sufren el voluntario ´toque de queda´ de la inseguridad ciudadana. "Me han robado los canarios y para eso se han servido de unas barras de cortina", comenta un vecino que vive en el tercer piso de otro bloque de viviendas. "Desde la calle, empalman varias barras y así alcanzan a los animales", señala este hombre que calcula el valor de estas aves en más de 300 euros.

"Aquí, más que un problema de inseguridad como tal, lo que más preocupa a los residentes de esta zona es la falta de convivencia", apunta un profesor que, como todos los consultados por EL PERIODICO, prefiere guardar el anonimato unas veces por miedo y otras, por mantenerse al margen del conflicto. "La delincuencia, la droga --comenta-- es algo circunstancial; quizá sea lo que más llame la atención, pero lo realmente preocupante es la falta de esa convivencia necesaria en cualquier comunidad".

Carros de Carrefour, señales de tráfico apiladas, palets o neumáticos componen una parte de este paisaje urbano en el que viven cientos de familias, vecinos cuya principal meta es poder salir algún día de este lugar de lumbres nocturnas que ni embrujan, ni oxigenan, ni dan calor.