Manolo García es incombustible. Anoche volvió a demostrarlo durante un frenético concierto de dos horas y media sin apenas descanso, sin pausa entre canciones, entregado como en aquellos tiempos de Los Burros y El Ultimo de la Fila, y con una puesta en escena espectacular, de las que solo un exquisito puñado de músicos españoles son capaces de mover en una gira. El público más joven respondió con palmas y saltos sin tregua, pero una buena parte la afluencia, en su mayoría de entre 30 y 45 años, prefirió disfrutar de la calidad del barcelonés copa en mano, saboreando las canciones de siempre, las nuevas letras, la casta de los músicos y la cuidada composición escénica.

El concierto, promovido por el Consorcio 2016, comenzó con retraso para dar tiempo a entrar en el hípico a los 5.500 asistentes (según el último recuento no definitivo). La organización tenía prisa. Una hora antes, el aguacero había sido considerable, y a las diez en punto Cáceres estaba rodeada de relámpagos. Pero Manolo García se encomendó al título de su nuevo álbum, Saldremos a la lluvia , y saltó en tromba al escenario para desafiar al mal tiempo repitiendo con fuerza "aquí estoy" , "aquí estoy" , el estribillo de Provincia de Río Negro . Luego llegó la locura con Malva .

Sencillo como él mismo, con vaqueros y camisa a cuadros sobre camiseta azul, Manolo García enlazó todas las canciones para no parar ni un segundo durante la primera media hora: se subió a los altavoces, repitió una y otra vez sus característicos movimientos de cadera, cruzó el escenario de extremo a extremo, bailó con el micrófono, izó los brazos, tocó la guitarra, espoleó al público... Tras un minucioso repaso a su nuevo disco, con mezclas muy logradas de instrumentos étnicos, acústicos y eléctricos, llegarían clásicos como El loco de la calle , Pájaros de barro , Sobre el oscuro abismo o El trapecio , aderezadas con arreglos que enriquecieron aún más el directo.

Pero el artista dio una nueva vuelta de tuerca y se bajó literalmente del escenario para mezclarse entre el público al ritmo de San Fernando , y hasta los más tranquilos se dejaron llevar por su ánimo trepidante. Al final saltó en plancha sobre las primeras filas, que le acogieron con delirio.

Manolo García puso así el broche a uno de los mejores montajes que han llegado al hípico: un escenario de 40 toneladas vestido con telas de mil colores que el propio artista ha decorado, 500.000 watios de luz, 200.000 de sonido, una decena de músicos, bailarinas y una gran pantalla de alta definición que mostró sucesivas creaciones escenográficas de Manolo García, entre ellas muchas alusiones a la naturaleza, "a ese paraíso natural que tenéis en Extremadura y que debéis cuidar" , subrayó.