No es varón ni es de Cáceres. Es mujer y es de Badajoz, bueno: de Ribera del Fresno. EL PERIODICO miró ayer a las manos de Maribel López y con ellas brindó porque el pregón de la Montaña ha dejado de ser solo cosa de hombres.

--El año pasado se armó la marimorena y hasta hubo elecciones para decidir si las mujeres podían cargar a la patrona. Ahora se elige a una mujer pregonera, ¿se ve una heroína?

--(Risas). En absoluto. No soy ninguna heroína. Creo, con sinceridad, que no soy digna de este honor. Cuando pregunté a la cofradía por qué me eligió me dijeron que querían que pregonaran a la Virgen personas diferentes: importantes, menos importantes, regulares... y yo creo que entro en el último cupo.

--¿Pero no se siente como la excusa que resume el: Eh, cuidado, ¿quién dijo que nosotros éramos unos machistas?

--No lo creo. En mi vida he tenido que hacer frente a muchos retos. Siempre he compaginado las tareas de la familia y el trabajo y no me considero emblema de nada ni causa de polémica. Se me ha elegido como una ciudadana más, como una persona que intenta ser cristiana, pero no creo que haya otras cuestiones.

--En cualquier caso, ¡qué gozada que una mujer sea pregonera!

--Sí, es cierto. Eso me gusta. Me gusta mucho que la mujer pueda estar en todos los campos de la vida social, religiosa y cultural de una sociedad. Me parece muy bien, y me alegra, y por eso he aceptado. Aunque independientemente de ser mujer o ser hombre, para cualquiera es un honor.

--Y además de ser mujer, ¡resulta que usted no es cacereña!

--(Carcajada). Nooo. ¡Pero tengo una ventaja muy grande --exclama-- he dado cuatro hijos a Cáceres!

--¡Yo he dado dos!

--¡Somos de Cáceres! (más risas). Creo que somos de donde pacemos y no de donde nacemos. Los que pacemos en un lugar y además hemos nacido en otro tenemos la ventaja de ser de dos sitios o tres y eso siempre es enriquecedor. Yo también me siento cacereña, aparte de ribereña.

--¿Qué contará en su pregón?

--Hablaré de una religiosidad íntima, de cómo cada persona tiene una relación con la Virgen, independientemente de la imagen a la que se dirija, también de cómo mi religiosidad se liga a imágenes distintas a lo largo de toda mi vida y de cómo la Montaña se ha ido imponiendo como imagen a la que rezar después de vivir aquí 25 años y ha ido desplazando en mi cabeza al resto. También rescataré testimonios de la religiosidad mariana cacereña. Hay un poeta desconocidísimo, Gonzalo de Figueroa, clérigo de San Mateo, que tiene unos versos muy bonitos del XVI: creo que ese es el germen de la devoción a la Virgen. Y hablaré de poesía, rescataré Madre , de Juan Ramón Jiménez, que resume muy bien todo esto: Eres como el mar, aunque las olas de los años te cambien y te muden, tú serás siempre la misma en mi alma , dice un verso. Seré sencilla, directa y nada retórica.

--Vivimos un momento de crisis de la fe, sin embargo la devoción a la Montaña sigue tan vigente como el primer día...

--Es algo paradójico que a mí también me llama la atención. Aparte de la devoción externa me niego a creer que no exista una semilla interna.

--Maribel, permítame ahora una pregunta mucho más mundana: ¿qué hace usted para tener esas manos?

--En el coche venía pensando: ¡Uy, hoy no las llevo muy bien! (más risas). Hablo y me comunico con las manos y es lo primero que miro cuando conozco a alguien. Es tradición familiar, a mi madre le pasa lo mismo.

--Suerte el día 21, estoy seguro que estará a la altura...

--(Sonríe). Lo intentaré...