Mario Martín Gijón (Villanueva de la Serena, 1979) vivió cinco años en Alemania. La impronta en su aventura europea parece marcar su regreso a la novela. El escritor y colaborador de EL PERIÓDICO EXTREMADURA presenta hoy en la caseta de la Feria del libro su nueva obra ‘Un otoño extremeño’ (La gaveta, Editora regional), un trabajo que versa sobre las vivencias de un profesor alemán que viaja a la región a trabajar sobre una enfermedad que aqueja a encinas y a alcornoque con un diseño de portada de Juan Luis López Espada. El autor se pone en la piel de nuevo de un personaje extranjero, un patrón que parece llevar por bandera y ya repitió en su otro título, ‘Inconvenientes del turismo en Praga y otros cuentos europeos’ (Editora regional).

-La mayoría de escritores suele tomar distancia de sus orígenes cuando escribe sobre algo, bien porque piensa que no son atractivos o bien porque ni siquiera repara en ellos, como autor y como extremeño, ¿cuesta escribir sobre Extremadura?

- Parece que la gente prefiere leer cosas ambientadas en otros escenarios más exóticos. Hacemos literatura para evadirnos o para contar algo distinto a lo de siempre. Pero a veces la literatura sirve para que veamos lo de siempre con distintos ojos. Me gusta dar una versión sobre lo que ocurre y quiero que veamos que lo que está aquí también puede tener su interés. Quizá por tenerlo demasiado conocido nunca me había llegado una historia así.

-Y el relato nace en la región.

-El personaje surgió de una persona real. Me encontré en el tren Lusitania con ingeniero forestal alemán que trabajaba en el ecosistema extremeño, único en Europa. Tiempo después, empecé a pensar cómo percibiría esa persona de un mundo tan distinto el paisaje. Cuando escribo un relato es como si escuchara voces. Lo que me parece interesante de la novela es ser otro. Todo surgió en otoño, para mí es la época más bonita del campo en Extremadura.

-¿Este ingeniero sabrá que ha inspirado un libro?

-No hablaba español así que no podrá leerlo a menos que se traduzca al alemán. Intentaré enviárselo.

-Habla de inspiración en pequeños detalles como en los árboles, ¿cuándo sabe que esas ‘voces’ son algo más?

-Alguna vez he empezado un relato y ha acabado truncado porque no tenía continuidad. Son procesos no del todo conscientes. Nunca tengo claro cómo va a terminar un relato, pero cuando me parece que es una voz diferente a la mía y a la de otros personajes, presto más atención. A veces es cuestión de suerte.

-¿Cuántos relatos quedan en el cajón antes de este trabajo?

-Dos o tres. Tampoco tantos.

-¿Encuentra semejanzas entre usted cuando fue a Alemania y el personaje alemán que viene a Extremadura?

-Creo que sí. Cuando vas a un sitio nuevo reparas en cosas que la gente del lugar no ve. Más allá de eso me interesaba porque quería que fuera un personaje distinto a mí. Lo que más me interesa de la ficción son los personajes. Me interesa el contraste de la persona que llega a un lugar desconocido. Cuando uno se va por un tiempo quiere empezar una nueva vida.

-Al hilo del ecosistema del que habla en su trabajo, ¿somos conscientes de la riqueza que tenemos en Extremadura?

-Creo que no. No somos demasiado conscientes. Tendemos a mirar lo que tienen los otros y no lo que tenemos nosotros. Lo mal comunicados que estamos por tren. Hay que considerar los entornos naturales que tenemos aquí. El paisaje extremeño es especialmente hermoso.