Muchos inmigrantes que llegaron a Cáceres en busca de un futuro más halagüeño han acabado por hacer sus maletas, ante las dificultades para encontrar un trabajo. La situación no es fácil, incluso algunos países emergentes ofrecen ahora más oportunidades de empleo. De los 3.416 extranjeros registrados en el padrón de la capital cacereña en 2012 (máxima cifra de la última década), se ha pasado a 2.988 en enero de 2014. En el total de la provincia han migrado más de 3.500 desde 2008. Además, muchos no figuran en los listados oficiales. Paralelamente, la capital cacereña ha experimentado su primera caída del censo en largo tiempo (-114 habitantes entre 2013 y 2014). De igual modo, la población del país disminuyó en 220.130 personas durante 2013, con un descenso de los extranjeros del 7,8%.

Según los datos relativos a migraciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la llegada de personas de otras nacionalidades a la provincia de Cáceres se ha ido frenando con la crisis. Si en 2008 lo hicieron 1.559, la cifra cayó hasta 752 en 2013. En cambio, las migraciones desde la provincia hacia el extranjero por parte de personas de nacionalidades distintas a la española han experimentado un ascenso en este periodo: desde 393 en el año 2008, hasta 619 en 2013. El año de mayores migraciones fue 2010, cuando 919 extranjeros dejaron la provincia. En total se han marchado 3.698 en seis años.

La zona del planeta que más emigrantes envía hacia Cáceres es tradicionalmente Suramérica, pero si en 2008 llegaron 452 personas, en 2013 solo lo hicieron 124. En cambio, si en 2008 partieron hacia ese continente desde Cáceres 88 extranjeros, la cifra se elevó a 230 en 2013. Existen otras estadísticas igualmente reveladoras. En 2007 se produjo un récord en altas residenciales en Cáceres por parte de personas

procedentes del exterior, con 2.333; pero en 2013 se redujeron a 662. Por el contrario, las bajas residenciales no ha parado de subir desde 2007 (175) hasta 2013 (875).

La Asociación Cacereña de Extranjeros calcula que alrededor de un tercio han abandonado Cáceres en los últimos años. "La crisis económica ha sido la que ha marcado estos cambios entre la población inmigrante. Muchos de los que se han marchado carecían de papeles, porque en una situación de ilegalidad tenían incluso menos perspectivas de encontrar un trabajo", explica José Mirasierra, responsable durante años de la Delegación Diocesana de Misiones.

Otros sí tenían su situación regulada, pero a raíz de la crisis algunos trabajos que hacían en exclusiva son ahora solicitados por otros muchos ciudadanos, y no han tenido más opción que marcharse. "Afortunadamente, los hay que han encontrado en sus países una tesitura más favorable", indica José Mirasierra.

"La decisión de coger la maleta ha sido dura en muchos casos porque vinieron con gran ilusión y esperanza, no solo por ellos, sobre todo por los familiares que dejaron atrás", afirma Angel Martín Chapinal, delegado diocesano de Cáritas. Al menos, unos se llevan las pequeñas ganancias acumuladas estos años con la intención de abrir un negocio en su tierra natal o construirse un hogar. Otros regresan a países donde la economía está creciendo y hay incluso más trabajo. En cambio, algunos se van con lo puesto porque la vida en Cáceres (alquileres, hipotecas...) acabó por agotar sus reservas mientras trataban de encontrar un nuevo empleo. "Irse con las manos vacías es un trauma para ellos", lamenta José Mirasierra.

LOS QUE SE QUEDAN Por contra, muchos extranjeros han decidido quedarse porque conservan el empleo (al menos algún miembro de la familia) o porque sus hijos ya son mayores y han echado raíces en Cáceres. Existen otras razones: "han comprado una vivienda o sencillamente trajeron a todos sus parientes y ahora tienen aquí su red de apoyo familiar, la que más ayuda en tiempos de crisis", subraya Angel Martín Chapinal.

Pero hay extranjeros que llevan hasta un año sin trabajar y se resisten a marcharse. "Siendo inmigrantes es una tragedia porque están más solos", lamenta José Mirasierra. Cita como ejemplo que el 80% de las familias que reciben ayuda en la parroquia de Fátima, a la que pertenece, proceden de otros países.