Tener un perro en casa es una tarea muy onerosa que llevan con gusto muchas personas. Mi amigo Diego disfruta de la compañía de una perra con quien tiene una relación de cariño y amistad dignos de elogio como me demuestra cuando lo encuentro a horas intempestivas paseándola por parques y jardines soportando el frío y el calor cargado con saquitos para recoger las heces. Según él es quien más se alegra de la llegada de Diego a su casa pues apenas le siente mueve con inusitada alegría el rabo a modo de saludo y no cesa de hacerle zalamerías. Quizás hasta le ofrezca una cerveza. Algunos dicen que a los perros lo único que les falta es hablar pero a mí me parece que lo mejor que pueden hacer los perros es no hablar, porque si hablaran, probablemente dirían cosas que a sus dueños no les agradarían mucho. "¿De dónde vienes a estas horas? Ya teníamos que estar meando en la calle". Eso sí, no le reprocha que no haya traído el perejil.

Tampoco le apetecerían mucho determinados encuentros. "Vale que la tía esa esté muy buena pero el perro que lleva es un caniche de mierda. Ya te podías parar con aquella que tiene un mastín que está impresionante" Me aseguran que el papa Francisco afirma que algunas mascotas van al cielo, supongo será por recomendación de san Francisco de Asís. No me extraña porque se lo merecen mucho más que algunos de sus dueños. Quizás la mascota llegue al cielo y espere en vano la llegada de su amo que estará algunos escalones más abajo. Y es que esto del cielo se lo monta cada uno a su gusto porque si ha de pasar allí una eternidad lo lógico es que pretenda encontrar todo lo que le proporciona satisfacciones pues pasar todo el tiempo tañendo un arpa y entonando cánticos de alabanza es un tanto monótono y algunas compañías son demasiado aburridas. Le preguntaré a Diego si al llegar al cielo desea encontrarse con la perrita o por el contrario prefiere un paraíso como el del Islam con sus huríes.