Paseando por la plaza Mayor cacereña me encuentro con José Massa Solís, uno de los pintores extremeños más universales, siempre creativo, siempre luchando por la reflexión intelectual de la pintura, en el deseo de transmitir un gigantesco cúmulo de sensaciones con años de autoexigencia, de prestigio. Creador de moldes artísticos, charlamos acerca de la vida cultural capitalina mientras caminamos hacia el palacio de la Isla donde se mantiene una exposición permanente como logro vivo de sus éxitos nacionales e internacionales, de su trayectoria. Incansable en la conversación amiga, fiel estudioso de todas las tendencias, admirador de la obra de mi padre, Valeriano Gutiérrez Macías, sigue soñando en su soledad con hacer camino al andar. Generoso en la palabra, exquisito en la forma, sencillo en el trato, humano en la amistad.

A caballo entre el constructivismo y el cubismo, logró, a base de un tesón sin límites, crear escuela con un estilo propio que los estudiosos denominan ´massismo´. Toda una satisfacción. De repente un haz de luz y alegre colorido, cuyos rayos visionan la ciudad monumental cacerense con exquisita sensibilidad y belleza, radiografía esas dos salas que atesoran las más hondas esencias del pintor y a quien han elogiado los más insignes críticos.

Con las más sugestivas propuestas tuvo la entereza de quedarse en Cáceres para investigar, estudiar y luchar en la mar de su ensimismamiento pictórico, con la mágica comprensión de Mary, su compañera del alma, que le alentaba en los anhelos de las noches en vela. Y es que Pepe es, sencillamente, una de las glorias que deberíamos de cuidar para nuestro propio orgullo y enriquecimiento.

Sin embargo algunos no alcanzan a comprender esas tesis. Y allí, en el palacio de la Isla, donde se le homenajea, gracias a la magnánima genialidad de su trabajo, contemplando la serena transparencia de su rostro, el visitante no aprecia carteles indicativos que inviten a conocer la obra, ni los cuadros tienen más identidad que el silencio imaginativo, ni más técnica ni características que las que se indaga hojeando el catálogo. Las varillas de las que cuelga su pintura, alargadas casi hasta el suelo, dan una sensación de provisionalidad que no dice demasiado en medio de tantos esfuerzos, de tantos afanes, de tanta entrega de Massa a Cáceres.

Quizás algunos ignoren que Massa Solís es un auténtico lujo para una ciudad tan carente de glorias artísticas en vida y que es cuando, desde nuestra opinión, más hay que cuidarlas.

Mientas tanto él mira, callada, quizás franciscanamente, a ese interior tan laborioso donde sigue componiendo armonías, dando formas, imprimiendo matices, creando cromatismos y tonalidades, a ese Cáceres, Patrimonio de la Humanidad, y que tiene en el autor a uno de los más vivos exponentes y máximos divulgadores de la ciudad.