Históricamente el control higiénico sobre ciertos productos alimenticios era de vital importancia para preservar a los vecinos de los ruinosos efectos que pestes y enfermedades infectocontagiosas causaban, en tiempos donde la medicina no daba para salvaguardar ni el bienestar, ni la salud. Las actividades con mayor control sanitario eran las relacionadas con el agua, la carne, el pan y el pescado. Para ello, los concejos se dotaban de ordenanzas, para reprimir el consumo de unos productos que, sin control alguno, podían causar graves trastornos entre la población.

El libro de ordenanzas medievales de Cáceres recoge los reglamentos relativos tanto a la carne como al pescado o la fruta y la hortaliza. En el caso de la carne, ya se establece en el artículo 5 de la Ordenanza de las Carnicerías que «las reses se maten en el matadero y de día». Para ello, la villa cacereña construye el primer matadero público, del que se tienen noticias, a principios del siglo XVI, un edificio de propiedad municipal, situado al final de la llamada calle de las Parras, alejado del casco urbano, debido a los olores y ruidos que generaba la actividad de los matarifes, que debían sacrificar todo tipo de animales, tanto vacunos como ovinos, porcinos o caprinos, para que su carne se pudiese vender, de forma legal, en el mercado los días señalados para tal fin.

Sobre el antiguo matadero no sabemos mucho, salvo que era un edificio que con el paso de los siglos se fue deteriorando, de tal manera, que el propio arquitecto municipal, Antonio Jiménez, planteaba en 1856 que la mejor solución era su demolición, debido a las múltiples carencias que arrastraba desde hacía décadas. El mismo arquitecto plantea al ayuntamiento, que el antiguo matadero hace años debía haberse abandonado tanto por su situación, como por sus pésimas condiciones para el degüello de animales con un mínimo de higiene y garantía para los vecinos. Se pide también que se construya uno nuevo, pues las inversiones que necesita el viejo edifico son meros remiendos. Aun así se invertirán más de 2.000 reales en arreglar las goteras del edificio y arreglar las puertas y ventanas de un matadero que ya llevaba más de tres siglos de actividad.

En 1872, el activo comerciante local Antonio Benito Viniegra, presenta al municipio un proyecto para construir, a su costa, un matadero público pero de gestión privada; para ello solicita la cesión de un solar junto al puente de San Francisco, donde construir un nuevo y moderno matadero exento de pago de contribución y que pasados 60 años pasaría a ser de propiedad municipal. El proyecto es rechazado por el ayuntamiento, debido principalmente a que la gestión privada del nuevo matadero originaba la pérdida de los 13.247 reales que el ayuntamiento recibía, en concepto de rentas anuales, por el pago de los carniceros que utilizaban el servicio de matadero municipal.

El veterano matadero estaría activo hasta 1909, cuando es inaugurado uno nuevo, junto al cerro de Santo Vito, frente a la ermita de San Blas. Un moderno edificio con luz eléctrica, vasija de piedra para recoger la sangre, atarjeas, pavimento de piedra para una fácil limpieza y vigas con una altura de 3 metros para suspender las reses para el desuello. Un flamante matadero que supliese las carencias de un arcaico inmueble, que poco podía ya aportar a la calidad de vida de los cacereños.