Catorce mil churros para desayunar dos días por semana, 370 kilos de garbanzos, 750 tortillas de patatas... La base de Santa Ana siempre ha sido la mayor factoría de Cáceres, no solo por sus empleos (500 entre directos e indirectos), sino por la gran cantidad de ingresos que ha dejado en la ciudad, desde la simple cerveza de los soldados hasta los camiones cargados con víveres que llegaban al Cimov para alimentar a una auténtica tropa multitudinaria.

Y es que por la base han pasado más de 500.000 soldados en poco más de cuarenta años. En 1969 ya se celebró una jura masiva con 7.000 familiares, y con el tiempo se superarían los 17.000. Desde 1971 se agotaban las plazas hoteleras. Los bares y restaurantes se frotaban las manos. Cáceres se quedaba sin autobuses para trasladar a reclutas por todo el país.

El periodista Carlos Tejado, en su libro publicado en 2004, recoge que en los años 90, cuando la base tenía una media de 3.000 soldados, gastaba alrededor de 1,4 millones de pesetas en manutención diaria. "A través de Correos y la Caja Postal llegaban unos 400 millones de pesetas anuales para la tropa. Ha sido la mejor industria", recordaba Tejado durante la presentación.

Pero además, la base ha favorecido las visitas a Cáceres de los miembros de la Casa Real, de los ministros de Defensa y de los más altos cargos del Ejército. Y también ha deparado muchas anécdotas, como aquel verano de 1966 en el que se incorporó a Santa Ana el alférez Felipe González, que llegaría a la presidencia del Gobierno.

El acuartelamiento de la carretera de Mérida posee la Medalla de Oro de Cáceres y ha sido nombrado hermano de honor de la Cofradía de la Montaña. Una simbiosis entre la base y la ciudad que ambas partes seguirán cuidando mientras no exista novedad en el frente.