Pintor

Difícil es conocer la bella ciudad de Cáceres sin quedar prendado de ella. Su insólita singularidad, que aumenta la sorpresa de lo inesperado, sólo guarda parangón con Siena, Florencia y pocas más en el mundo. Angeles o duendes parecidos rondan al pisar sus suelos medievales de entre murallas.

Mi idilio parte del verano de 1961 cuando residí y pinté para plasmar sus paisajes. Pronto quedé preso de sus indescifrables signos antiguos, a los que la divina luz de agosto aún confería mayores encantos para mis hechizos. Sigue viva en mi memoria cual maravilloso cuento embrujado de remotas visiones, a modo de un sueño salido de ´las mil y una noches´.

Cáceres es Cultura con mayúsculas personificada, sin igual, irrepetible. ´Ciudad de la Cultura´ ya de por sí en una palabra. De algún modo y, de forma diferente, su arquitectura tiene mayor elocuencia y valor que las de Salamanca, Santiago, Madrid o Lisboa, pese a lo excelso de las suyas, que adoro. ¿A qué se espera para que también sea llamada oficialmente con dicho nombre ? Lo ignoro, pero presiento que habría de suponer esto aquella razón necesitada para lograr hacerla cuánto mejor conocida por todos. ¡Desconocer Cáceres es imperdonable!