Sara Díaz y Jorge Vázquez, dos chicos cacereños de 16 años, viajarán a México durante algo más de un mes tras haber ganado la edición 2010 de la Ruta Quetzal. Nerviosos y algo tímidos recibieron a EL PERIODICO EXTREMADURA en Las Josefinas, el colegio donde estudian desde que tenían tres años.

Ambos han tenido que realizar un trabajo que les ha llevado a ser los dos seleccionados de la provincia de Cáceres, y que les abrirá las puertas para vivir la aventura de conocer los Caminos Blancos Mayas, la península del Yukatán y el camino de Santiago. Ella se ha convertido en una apasionada de la cultura maya porque su trabajo se basó en las ruinas del Yukatán tras leer en un periódico que se trataba de algo desconocida por la sociedad. Y él, en un fan del general liberal Francisco Javier Mina, guerrillero español en la Guerra de la Independencia española y luchador por la independencia de México: "Durante el verano leí los libros de Alatriste . Me encanta la historia", reconoce este adolescente cacereño.

En sus casas están más que encantados. Y es que esto de presentarse a la Ruta Quetzal les viene de herencia. Sus hermanos y primos ya han concurrido al certamen en otras ediciones anteriores. De hecho, una hermana de Sara y otra de Jorge también consiguieron ser seleccionados para realizar la expedición de Miguel de la Cuadra Salcedo, creador de la Ruta Quetzal.

"Cuando me dijeron que había ganado no me lo creía. Estaba metida en la cama. Eran más de las doce de la noche y mi madre y mi hermana se conectaron a internet para ver si habían salido los admitidos. Al ver mi nombre se pusieron a gritar. Bajé las escaleras asustada, pensando que pasaba algo. Pero no. Cuando llegué, mi hermana y mi madre se volvieron locas abrazándome y besándome. Fue genial", dice Sara, que seguidamente buscó en las listas para ver si figuraba el nombre de su compañero Jorge, y efectivamente allí estaba.

"Yo no sabía nada. Llegué a clase y Sara me gritó ¡Jorge, que nos vamos a México! Me abracé a ella pensando que solo había ganado ella. Cuando me dijo que yo también, casi me da algo", recuerdan los dos estudiantes alborozados. Después salieron corriendo a contárselo a todos sus amigos: "Se reían de nosotros porque nos hemos tirado todas las Navidades haciendo el trabajo. Siempre decían que no nos valdría para nada". Ahora comienzan a hacer su equipaje bien provistos de linternas y cantimploras, preparados para dormir durante un mes en tiendas de campaña mexicanas.