Era atleta popular y participaba en maratones. Cada jornada se hacía de 15 a 20 kilómetros corriendo. Un día notó que le faltaba el aire cuando corría y al año le detectaron una miocardiopatía dilatada (una afección cardíaca), lo que le obligó a dejar de correr. La enfermedad era progresiva y se le fue agravando durante los siguientes 12 años, hasta que llegó un momento en el que casi no podía ni andar.

Para sobrevivir era necesario un trasplante. La espera fue lo peor. Le pusieron en lista en febrero del año 2006 y su corazón 'nuevo' no llegó hasta junio "cuando ya nadie daba un duro por mí", dice. "La adaptación al nuevo corazón --continúa-- fue extraordinaria. Cuando abrí los ojos después de la operación para el trasplante noté que todo había cambiado. A raíz de ahí tuve una recuperación bárbara".

Desconoce de quién es el corazón que lleva, lo único que sabe es que no era de su comunidad, aunque le hubiera encantado darle las gracias a su familia porque a él le ha devuelto a la vida.