Llegó hace ocho años a Cáceres desde China, país en el que lo adoptó su madre, Ana Moreno. Ya tenía otra hija que procedía del mismo lugar y quiso darle un hermano «de corazón», como ellos lo llaman. Lo adoptó a través de un programa en el que se buscaba un hogar para niños con necesidades especiales y allí estaba José Dang, quien con 17 meses ya había sido operado en una ocasión debido al síndrome del labio y el paladar hendido que sufre. Ya en España (residen actualmente en la localidad cacereña de Casas de Belvís) tuvo que volver a ser operado hasta en dos ocasiones en Madrid, ciudad a la que acudió su madre porque en la región no existen maxilofaciales especializados en la población infantil.

El labio y el paladar hendido es un defecto congénito y ocurre cuando el labio superior y el paladar no se desarrollan correctamente y terminan por no unirse. Esta abertura puede ser pequeña o más grande que va desde el labio hasta la nariz, que es lo que le ocurre a José Dang. Los niños con esta condición pueden tener problemas para comer o hablar. También padecer infecciones de oídos, pérdida de audición y problemas con sus dientes. Estas son las dolencias que sufre este niño cacereño, que no quiere comer por los dolores que le provoca. «Le duelen mucho las encías, solo quiere beber líquido y frío porque le hace como de anestesia y se le calma el dolor», explica Ana Moreno. También tiene problemas para hablar y padece de los oídos porque los dientes le tiran y le afecta a este otro órgano.

Tras las tres operaciones a las que ha sido sometido ahora necesita un tratamiento de ortodoncia, que cuesta más de 3.000 euros. Pero es un tratamiento para solo unos meses ya que después habrá que comenzar con otro. Su madre no puede hacer frente. «Hay ayudas para la salud bucodental infantil pero están excluidos de ellas los niños que tienen el paladar hendido. No entiendo que salga el plan renove de mobiliario del hogar y no ayuden a estos niños. Yo no quiero cambiar mi televisor quiero que mi hijo tenga una boca en condiciones, la que se merece», se queja Ana Moreno. Ya lo ha solicitado en varias ocasiones a la Junta de Extremadura, pero no ha recibido respuesta. Calcula que en la región puede haber cerca de 60 niños con este problema.

Se siente «feo»

El pequeño ha sido acogido con los brazos abiertos en la localidad en la que reside. A pesar de que él está acomplejado. «¡Qué feo soy, mamá!», le dice el pequeño José Dang a su madre cuando se mira al espejo. A ella se le cae el mundo encima. El niño también se tapa la boca cuando sonríe porque le da pudor, sobre todo cuando está delante de personas a las que conoce poco. «Es muy triste. Para nada es un niño feo, es guapísimo y es maravilloso, solo que nació con este problema que tenemos que solucionar», añade su madre.

Se siente además culpable por lo que le ocurre. A menudo pregunta si en China su madre le abandonó por la dolencia que sufre. «Yo le digo que no es así, sino que en China no podían tratarle y por eso se le dio en adopción, para que lo acogiera una familia que pudiera curarle, pero resulta que Extremadura parece como China, aquí tampoco hacen nada por curarle», insiste Ana Moreno.

También se siente responsable por lo que cuestan los tratamientos: «Me dice: mamá ya no me compres más palomitas, guarda el dinero para lo que cueste», agrega su madre. Ella lo adoptó conociendo su dolencia y, a pesar de las dificultades que encuentra en la región para su cura, volvería a hacerlo: «A China le debo mi vida», asegura.