En la ciudad feliz las amantes no se llaman amantes, se llaman algo. Va don fulano con una dama a tomar café a un bar con terraza escondido por la iglesia del Espíritu Santo y siempre lo ve alguien que especula: "¿Y esa que va con él qué es su mujer o algo?".

En realidad, el o algo se emplea en Cáceres para casi todo: para referirse a lo desconocido, para evitar las decisiones, para esconder la indolencia tras la indefinición, para no comprometerse.

La hija del vecino estudia Veterinaria o algo... El domingo podíamos preparar una paella o algo... El compañero de trabajo tiene gripe o algo... EL PERIODICO EXTREMADURA regala los lunes un videojuego o algo... A esa chica del autobús le propondrás: "¿Quedamos el viernes para cenar o algo?"...

Sutileza cacereña

¡O algo!... En esa disyunción indefinida y multiusos radica una sutileza cacereña que permite sugerir sin presionar, aventurar sin presumir, indicar sin avasallar. El o algo es un ejemplo de sencillez elegante, una fórmula de urbanidad que le da mil vueltas a la politesse francesa, a la finezza italiana y a la retranca gallega.

Porque en Cáceres no hay una lengua propia ni hay símbolos nacionales, pero con el o algo , el tener buena pinta y el ser de buena familia se podría ir conformando un diccionario autóctono de expresiones cacereñúas . ¿Y qué me dicen del mi niño ? Porque en Valencia tendrán el che , en Toledo el bolo y en Galicia culminarán las frases con un sonoro carallo , pero en ningún sitio como en la ciudad feliz se utiliza con tanta gracia y profusión el mi niño para rematar cada expresión.

En la pizzería te dicen que si quieres la boloñesa... mi niño. La pescadera te da la vez con un te toca... mi niño. La enfermera de urgencias te pone la del tétano tranquilizándote porque no te va a doler nada... mi niño. Y si llamas a Radio Taxi, la telefonista te comunica que ahora mismo te envía el taxi... mi niño..

Hay otra particular expresión que también resume muy bien el espíritu de la ciudad feliz . Se emplea en las citas, ya sean de trabajo o de placer. Y es que en Cáceres no se queda a las cinco ni a las nueve, sino a eso de las cinco y a eso de las nueve. "Podíamos salir mañana", sugiere el amigo. "Vale, quedamos a eso de las ocho", concede la amiga.

Pero a eso de las ocho significa que se puede llegar media hora después y no pasará nada. En la ciudad feliz no hay prisas, la puntualidad no es un valor y la exactitud es una quimera. Al fin y al cabo, la felicidad radica en no apresurarse y el a eso de es la fórmula perfecta para evitar el agobio.

Y así son los cacereños DTV (De Toda la Vida): con buena pinta, de una familia estupenda, indefinidos como el o algo , tranquilos porque siempre quedan a eso de y con el mi niño a punto de caramelo.